Si le han echado un vistazo al variopinto elenco de enlaces que adornan la parte derecha de este blog, entre ellos se encuentra uno que apunto a la excelente página dedicada al pensamiento crítico Magonia. De vez en cuando repaso sus interesantes entradas como método laxante que me descarga de la tendenciosa influencia de algunos elementos que sobrevuelan esta sociedad como cuervos negros teñidos de falso misterio de verdad manipulada
Hoy, ha habido una frase, un fragmento, que me ha llamado la atención. Aparece en una entrada que habla del próximo estreno de la segunda película de la serie Expediente X y dice más o menos, refiriéndose al trabajo del creador, Chris Carter:
“…explotar […] los miedos y credos de nuestra sociedad..”
Y me he dado cuenta de cómo una misma intención da tanto juego. Escritores de terror, políticos, creadores, oportunistas, periodistas…
Es sorprendente ver cómo, en una sociedad, supuestamente moderna, cada vez más a menudo todo tipo de cuestiones paracientíficas, teñidas de una credulidad infantil y una superstición galopante, dominan buena parte del panorama social y cultural.
En lo que e mí me atañe, como escritor de historias donde el terror es el núcleo y objetivo, la explotación de ciertos rescoldos culturales, emocionales e instintivos es el pan nuestro de cada día. El miedo anida en el desconocimiento, en el peligro, en la frontera de lo que consideramos real y lo que no. El creador bucea en esas profundidades, en el irracional, pero no trata de darle carta de realidad absoluta. La relación autor lector es siempre clara y sincera dentro del juego. Intentamos convencer de que lo que se lee o lo que se ve es real, pero sólo durante el instante de tiempo que dura la relación. Para nosotros el juego consiste en manejar bien las herramientas que hace que algo increíble, improbable o maravilloso se plasmen de forma temporal en la mente del lector o espectador como algo cercano, como algo que hace vibrar esa cuerda floja que llevamos dentro y que es la llave y umbral de eso que antes he llamado miedos y credos, sin estimularlos y colocarlos al nivel de la verdad absoluta. No queremos que crea que lo que da base al relato es real, sino que el relato actúe como una realidad fugaz sobre su emocionalidad estética.
Sin embargo, cada vez con mayor descaro, con mayor conciencia de lucro y de manipulación, surgen personajillos que abusan de estos mismo medios y formas, de los elementos de desequilibrio y duda que anidan en nuestro inconsciente, ya sea individual o colectivo, para obtener un beneficio propio, de índole económica, o, lo que es peor, con el deleznable propósito de la manipulación y el dominio. Elementos que, con la fútil excusa de que cada uno debe averiguar la verdad, una verdad tergiversada, manipulada para hacerla más atractiva, acorde con ciertas necesidades emocionales, espirituales, con el innato atractivo del secreto, de lo esótérico y simbólico…, inflan las mentes más maleables con sinrazones que nos hacen ahondar más en ese pozo sin fondo de la pura especulación irracional, que nos hunden en la oscura y simple superstición.
Como escritor de ese tipo de historias, como persona con una inteligencia media, no puedo más que sonreírme al ver la forma en la que actúan , los temas y argumentos que se usan y exponen… Incluso lo observo como un espléndido semillero de ideas, de giros, como un almacén que acoge miedos y emociones, giros y trampas que usar, al fin y al cabo uno anda siempre en busca de excusas y disparadores. Sin embargo, cuando observo el resultado que aparece en otras mentes, las dudas estúpidas que siembran con sus patrañas sesgadas, con su aire de fingido misterio, me echo las manos a la cabeza y veo que la mente humana, el inconsciente colectivo (más consciente que nunca) mantiene ciertos errores, ciertas tendencias arraigadas, ciertas supercherías, que no se consiguen extirpar por mucha ciencia, razón, educación que existan.