miércoles, julio 27, 2011

Diástole y Charbuque. Bueso y Ford

Siempre me he preguntado por la razón de ese provincianismo pacato dentro del mundo editorial con respecto a la literatura de género, en concreto, de nuestro género de cabecera, el terror... con respecto a nuestros autores. Supongo que se trata de la misma inercia, no sé si entre ignorante, elitista o tontamente comercial, que nos hace despreciar tantas otras cosas.

Una vez más la realidad abona esta duda. No hace mucho tuve la suerte de leer el libro “Diástole” de Emilio Bueso, uno de esos golpes de fortuna que a todo lector de buena literatura le reconcilia un poco más con el mundo. Hace menos cayó en mis manos “El retrato de la señora Charbuque” de Jeffrey Ford.

Conforme avanzaba en la lectura de este segundo libro veía con sorpresa cómo ambas obras bebían de idénticas premisas y se desarrollaban con cierta similitud de fondo, aunque con personalidad propia bien distinta (para distanciarse finalmente por completo). En ambas, un pintor entremetido en circunstancias personales que le hacen dudar de su valía, de su futuro, de su propia esencia creadora, recibe un encargo singular a cargo de una persona también singular en condiciones singulares. Ese trabajo se convierte en el eje sobre el que deciden pivotar su existencia, un eje esencial que les va a permitir reconducir, en cierta manera, su existencia. En ambas obras cobra protagonismo una trama paralela, casi más importante que esta primaria, en la que el contratista usa la narración de sus vivencias para conformar y moldear la inspiración del artista a la hora de crear la obra. Unas vivencias extrañas, atractivas que definen a ese otro protagonista a los ojos del retratista, que componen un juego de brochazos imaginarios que trazan las líneas fundamentales sobre las que elaborar el retrato físico.

El retrato de la señora Charbunque” se puede definir sin miedo a equivocarse como un best seller, una de esas obras apadrinadas por el apellido de un escritor de cierta enjundia en los circuitos del extranjero, una de esas obras que, nada más ser editadas en Estados Unidos, son compradas por la correspondiente editorial española en un ejercicio de confianza ciega, de mimesis, de seguidismo. Ford “triunfó” con su anterior obra, “La niña de cristal”, otro best seller de calidad, lo que probablemente le abrió las puertas a un glorioso regreso. “El retrato… ” es una buena novelita, sin expectativas, un buen entretenimiento veraniego. Va más allá del simple best seller, no mucho más. Es una obra elaborada siguiendo las reglas que definen este tipo de libros, aunque en manos de un escritor fogueado, que trabaja bastante mejor que otros vates profesionales, y siente la literatura como algo más que un negocio, lo cual se agradece. Librito de venta playera asegurada, de boca a boca...

Diástole” lo tuvo peor. “Diástole” aguardó impaciente y desesperada una larga temporada criando polvo en un cajón; no tenía padrinos. “Diástole” no se deja adscribir a ningún encorsetamiento que facilite su salida al mundo real. Podemos calificarla de muchas formas, sí, pero no clasificarla con la facilidad con la que lo hacemos con esas otras obras de esquema fijo, de personajes manidos, obras de laboratorio y despacho. “Diástole” es un grito, un soplo de aire fresco que, los que amamos el terror, hemos tenido la suerte de poder leer —y quien no lo haya hecho, que corra, que corra a comprar el libro, porque no sabe lo que se está perdiendo—. Emilio se ha sacado las tripas y las ha puesto encima de la mesa.

Ford no arriesga; Bueso juega continuamente a la ruleta rusa. Ford sigue un esquema cargado de clichés; Bueso manda los tópicos al carajo, huye de ellos si no es para reírse abiertamente de su futilidad. Ford busca un lector desapasionado, un lector vago, un lector convencido de poseer un cierto nivel cultural, pero que busca papillas fáciles de digerir, sobre las que ahblar en la correspondiente cena; Bueso busca jugar con el lector, pelear con el, forzarle, impresionarle estrujarle, vapulearle en busca de su límite, busca lectores con ganas de pelea. Ford toma la fantasía como un elemento esencial, pero la desactiva, la hace digerible, neutra; Bueso crea con ella una filigrana de luces de neón, se somete a su fascinación y nos somete a nosotros de paso. Los personajes de Ford fluyen en una corriente monocorde que los aleja, del lector, que no invita a un mínimo ejercicio de sintonía; los de Bueso chispean, brillan con resplandor cegador, su personalidad y circunstancias nos abruman, nos obligan a odiarlos o amarlos. Ford se va apagando conforme llega el final de libro, abre un resquicio que nos permite ver que todo va a acabar tal y como debe acabar; Bueso, por su parte, hace la lectura si cabe más adictiva, desaforada, acelerada y chispeante conforme el final llega, se guarda un as en al manga con el que impresionarnos, una traca final en el mejor estilo valenciano.

Uno termina de leer el libro de Ford y lo deja en el rincón de los libros olvidados, en el montón que, cuando pasen unos meses, bajará al trastero para que no ocupen espacio. Uno termina de leer el libro de Bueso y lo guarda en un estante a la vista, cerca, por si surge la impulsiva necesidad de volver a leerlo, de volver a disfrutar.

Sin embargo, si me voy a las listas de ventas, estoy seguro de que Ford habrá vendido quizá un par de miles en España, mientras que Emilio debe esforzarse día a día para sacar adelante su “Diástole” de forma digna.

Afortunadamente la gente de Salto de Página confió en él y supo ver la brillantez escondida encima de la capa de légamo que pone la etiqueta del “género”.

Esperemos que algo cambie.

viernes, julio 22, 2011

La mente, al alma y el terror. Web de Nocte

La web de NOCTE, Asociación Española de Escritores de Terror, recupera un viejo artículo que redacté hace ya unos años para el número 2 de la revista Cthulhu.

La mente, al alma y el terror: un breve panfleto

En él, en un breve ejercicio de diletantismo, sobrevuelo con mi propio estilo y gustos algunos de los conceptos presentes en el título.

jueves, julio 21, 2011

El juego de los niños, de Juan José Plans

Hay libros que nacen y se desarrollan lastrados por un mellizo bastardo cinematográfico, y lo de bastardo no lo digo en este caso con animosidad, ni con lengua bífida; hablo de una bastardía metafórica y no insultante, si es que eso puede existir.

Ya he hablado de la película "¿Quién puede matar a un niño?", se trata, sin duda, de uno de los iconos del terror español. Pues bien, la película bebía del argumento de un libro del escritor y periodista Juan José Plans: "El juego de los niños", una obra semi olvidada, de esas de una sola edición añeja y casposa, que los aficionados, llegado el momento, buscan con denuedo y ansia. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que de nuevo el cine se comió a la literatura, y que la novela de Plans, pasó a un limbo menor eclipsada por la extraña belleza del filme de Ibáñez Serrador... un limbo del que ha salido gracias a la editorial "La página".

Ya saben cuánto me gusta hablar de los mecanismos del terror, cómo se me llena la boca con ese término. Una vez más nos detenemos en uno de dichos mecanismos, uno que ahonda en las raíces de nuestra biología, de nuestro instinto: los niños y el concepto de inocencia que llevan adherido en nuestro subconsciente. Plans nos plantea un microcosmos en el que, debido a una fenómeno inexplicado, los niños dejan de ser esos seres a priori inocentes e inofensivos, para pasar a convertirse en improvisados ejecutores de una, llamémosla restitución biológica con tintes morales. La ruptura de los papeles morales y biológicos arbitrados y conocidos nos perturba, perturba a los protagonistas hasta el punto de aniquilarles, nos habla de lo fácil que es encontrarse ante el terror con tan solo variar sutilmente un elemento de nuestra existencia. Esa preconcepción, ese instinto que nos muestra a los niños como seres inocentes por naturaleza, seres a los que hay que proteger, se convierte de repente en un lastre capaz de angustiar al lector más bragado.

Plans es conocido por su programas de radio, por las dramatizaciones de clásicos literarios, tanto de terror como de cualquier género. Es algo que se nota en el estilo de la narración: es rauda como la literatura oral; el autor no recurre a elementos de alambique y artesanía; capítulos cortos; los diálogos como la base sobre la que sustentar el hilo argumental; personajes bien definidos, sencillos, sin matices que no permitan escapar del meollo de la cuestión al lector; la inmersión inmediata en el miedo dentro de un paisaje a pleno sol, aparentemente idílico, contrapunto ambiental a esa otra oscuridad del alma, omnipresente en toda violencia inexplicable.

Uno termina de leer muy rápido "El juego de los niños" quizá sea una de las pocas cosas en contra. Demasiado rápido como para sentir el efecto del miedo de forma sincrónica. Esa asincronía nos golpea al poco rato de cerrar las páginas, cuando lo pensamos, cuando lo digerimos. Da la sensación de que Plans se quiso quitar de encima lo más rápido posible el trasunto, como si la idea subyacente, a la para de original, fuera demasiado incómoda y doliente como para alargar demasiado el proceso creativo.

Por supuesto recomendar su lectura, no solo por su supuesta calidad, por el peso histórico que sostiene, sino también porque se trata también de una de las pocas obras de género de terror que podemos encontrar hurgando en la historia de la literatura española del pasado

martes, julio 12, 2011

"El país de los ciegos", de Claudio Cerdán

Tuve la suerte de poder compartir unas pocas horas con Claudio en la presentación de este su libro en Zaragoza. Pudimos hablar de novela negra, de uno de esos géneros que tanto a él como a mí más nos llaman la atención, de nuestros gustos, coincidencias y disparidades. Fue una velada fantástica, acompañados de Óscar Birbián, Fer y Roberto Malo.

Ya he leído el libro, y todo lo que se me prometió se ha cumplido con creces. Cerdán no se anda por las ramas, escribe género negro patrio, negro de verdad, nada de edulcoraciones policíacas, nada de intrigas psicológicas, nada de ingeniería literaria; si una de las facetas de Lo Negro, que tienen unas cuantas, es la de sumergirse en lo más primordial, degradado y real, real con mayúsculas, de la sociedad y de los subproductos humanos que esta origina; sumegirse sin componendas, adornos o bisoñeces..., ahí se ha sumergido Claudio de la mano de su personaje, El Tuerto Durán, y de la cohorte de espléndidos secundarios que le acompañan. El binomio Cerdán/Durán, dibuja una ciudad de Alicante sin aditivos, sin maquillaje; toda ciudad tiene sus monstruos, el instinto de muerte escondido, una faceta desintegradora, una amoralidad latente... en definitiva, un reverso oscuro, pero tan real como el luminoso. y Alicante se conforma como el marco, despiadado y tenaz que protege cual útero inquietante las andanzas y aventuras de Durán y sus asociados.

Es una novela vertiginosa, brutal, ordenada y sentimental; con ese fondo sentimental que nos proporcionan los anti-héroes bien dibujados. Una novela que bebe de algunos de los convencionalismos de la mejor novela negra sin caer en el pastiche o en el remedo vulgar, aportando algo de aire fresco y alegría al lector; y por favor, cuando digo convencionalismos, no lo hago en el sentido negativo, solo descriptivo, sin valoraciones.

Un buen consejo veraniego: cerveza bien fría, sombra y "El país de los ciegos"

Blog de Claudio

miércoles, julio 06, 2011

Dos reseñas de Nuevas Leyendas Aragonesas

La primera a cargo de Sergio Mars en su incombustible Blog: Rescepto.
En ella, referente a mi aportación a la antología, leemos:

"Los signos de Caín”, de José María Tamparillas, se encarga de proveer de un mito etiológico a una de las características destacadas del campo aragonés (no entraré en más detalles por no revelar detalles inapropiados sobre su conclusión). El cuento destaca por la recreación de la atmósfera y la caracterización de los personajes, con sus buenas dosis también de costumbrismo, aunque en un plano sobre todo psicológico (algo así como Stephen King… si King hubiera nacido en Aragón en vez de en Maine). Juega con la exteriorización física (y pública… o al menos aparentemente pública) de demonios internos, y con las consecuencias de este exhibicionismo involuntario.

También podemos leer:

Para concluir, me gustaría romper una de mis normas. Mis reseñas en Rescepto rara vez presentan valoraciones explícitas. No creo en los juicios absolutos y, aun siendo imposible abstraerme de mis impresiones personales, intento potenciar la aplicabilidad de estos textos recurriendo principalmente a la descripción y el análisis. En este caso haré una excepción, porque por valor literario, amenidad y potencial evocativo “Nuevas leyendas aragonesas” es una de las mejores antologías que he tenido ocasión de leer. Desde luego, no desmerecen de las antiguas.

Ver toda la reseña en Rescepto


La segunda corre a cargo del periodista y escritor aragonés Juan Bolea en su sección "Sala de máquinas", en El Periódico de Aragón.

Dice de "Los Signos de Caín":

Por último, aunque tanto montan, José María Tamparillas hará resonar en los ecos y miedos del lector el alma de las piedras, con sus maldiciones y energías telúricas.

Ver todo el artículo en El Periódico de Aragón

lunes, julio 04, 2011

...el juego de los niños

Ya hemos hablado en este blog de la película de Ibáñez Serrador, ¿Quién puede matar a un niño? Icono absoluto, hito del cine de terror patrio, película malsana, inquietante y pertubadora donde las haya.

Dicha película estaba basada en una novela del escritor y hombre de la radio, Juan José Plans (compañero improvisado en la antología Aquelarre de Salto de Página).

Debo reconocer que siento una debilidad absoluta, una fascinación extraña y enfermiza por el film... y que siempre he deseado tener entre mis manos la novela que le dio origen: "El juego de los niños".

Pues bueno. Mis plegarias han sido escuchadas. Lo han reeditado y está ya a la venta. Así que en breve habrá que retrasar otras compras y otras lecturas.

Quizá el problema vaya a ser, entonces, el de las expectativas. No sé porqué extraña y perversa razón, cuantas más expectativas posee un libro, más encaminado suele ir uno al batacazo, a la frustración. Esperemos que la novela no haya envejecido mal, que la fascinación que ejerció en Narciso, la ejerza en nosotros. Ya hablaremos de ella.