martes, noviembre 18, 2008

La dama del velo

Con el tiempo uno, como lector, adquiere gustos y fobias. Buena parte de las veces es debido a una mezcla solidaria de gusto y reflexión, pero otras se de be a un prurito sin origen definido.
Y eso es lo que me ha pasado con la novela de John Harwood. Ha llegado un momento, aproximadamente al setenta por ciento del libro, en que no he sido capaz de continuar, la narración ha comenzado a hacérseme cuesta arriba, soporífera, recargada, con un goticismo rancio y una falta total de dibujo de los personajes.

No me desagrada en exceso la novela gótica y sus pastiches y recreaciones contemporáneas, no si la trama es interesante y, sobre todo, los personajes están bien perfilados, su idiosincrasia penetra en mí y se hacen creíbles. Tengo otras formas de abordar el terror que a priori me gustan más, pero procuro no desdeñar nada. Sin embargo la obra de Harwood, con su nulo manejo de las transiciones temporales, la intromisión forzada de relatos adosados, de carácter decadente, añejo y bastante tópicos… esta obra, digo, no ha terminado de atraparme. Y eso que alguno de esos relatos, en algún momento, logra recrear la esencia del buen relato clásico a lo Vernon Lee.

No estoy diciendo que la novela sea mala. He podido leer en muchos lugares buenas reseñas entusiastas, pero a mí no acaba de convencerme.

lunes, noviembre 17, 2008

Conspiranoia

Como escritor de terror, uno confía en acceder a esa zona de credulidad manifiesta e irreflexiva, que casi todos los seres humanos almacenan en una parte de su cerebro. Confío en que los lectores se dejen seducir fugazmente ya sea por la fantasía más aterradora, como por el dibujo de una realidad escalofriante aunque inverosímil a título individual. Juego con la empatía, con la posibilidad; la narración discurre en la delgada senda de lo que puede llegar a ser, o del lo que puede llegar a creer.

Sin embargo uno no deja de sorprenderse de que ese nivel de credulidad, algo que debería ser insignificante, fugaz y poco trascendente, mueve a demasiadas personas, formando un eje, un foco o una fuerza vital constante.

Cuando creer se convierte en una necesidad, una necesidad que les hace perder la capacidad de raciocinio, el criterio racional, el pensamiento crítico… cuando esto sucede uno siente una cierta vergüenza ajena. Y cuidado, no critico el hecho de creer, critico el hecho de que la necesidad de la creencia nos haga perder el sentido crítico, la reflexión, el contemplar lo que sucede y evaluar las dudas con sensatez. Y lo que es peor, es ver a esa gente cómo disfraza esa necesidad de fe con ropajes de curiosidad, con ínfulas de investigador.

Conspiranoicos, videntes, buscadores de misterios… no hablo de la búsqueda del sentido de la trascendencia, de ella en sí o de la posibilidad de su existencia, que eso es algo positivo que el ser humano ha venido haciendo desde siempre. No, hablo de la búsqueda de falacias que sustenten una visión del mundo contaminada por los propios prejuicios, por problemas psicológicos o emotivos.

Y lo que me aterra es el poder de fascinación que poseen algunos de esos personajes, la capacidad de convencimiento y atracción. Me aterra el poco juicio y la posibilidad de manipulación que parece habitar en sus seguidores, espectadores u oyentes.

viernes, noviembre 14, 2008

Adicciones y obsesiones

Hay ciertos nichos donde el terror germina con vigor a poco trabajo que realice el autor. Uno de ellos es el de las obsesiones. Por alguna extraña razón las personas obsesivas despiertan en el resto del universo una sensación de desapego que, a veces, roza la inquietud. Sí, quizá antes haya habido mofa y humor cruel, pero cuando la obsesión supera cierto punto de no retorno, el humor se opaca y termina transformándose en una sensación incómoda que nos impulsa a alejarnos.
Esta nota viene a cuento de una de esas noticias peregrinas que a veces uno lee en la prensa, en este caso la de una mujer obsesionada con la cirugía estética (algo que, lamentablemente, comienza a ser más común de lo que pensamos), y que lleva su obsesión al rango de la adicción más enfermiza... puesto que termina inyectándose por su cuenta aceite de cocina en lugar de silicona.
No soy muy partidario de exponer en este blog posibles argumentos, me gusta guardarme las ideas creativas para mí mismo, pero en este caso he creído conveniente hacer una excepción... una reflexión.
¿Por qué ese miedo al obseso, al monomaníaco?
Quizá porque la obsesión debilita las fronteras que se nos han definido y que mantienen en equilibrio nuestra forma de relacionarnos con otras personas, sacando a la luz una suerte de instinto animal contaminado. Quizá sea el simple miedo a lo diferente, a lo enfermizo cuando se instala en ese concepto tan elusivo y esotérico que es la mente
No lo sé. Tendría que analizarlo más en profundidad. Sin embargo sí sé que, cada vez que me enfrento a noticias como la anotada, una parte del creador de historias que hay en mí tiembla de placer

lunes, noviembre 10, 2008

Liter Imaginarius

Ha sido un fin de semana gratificante. Hemos estado en los Encuentros de Cine y Literatura Liter Imaginarius, en Huesca, maravillosamente organizadas y llevadas por Abigail y Diego —chicos, os merecéis respeto y admiración por vuestra labor, callada pero inestimable.
Hemos hablado, discutido, reído con el maestro de Providence. Fue una lástima no haber podido acudir el viernes para disfrutar de la compañía y el trabajo de la “sección valenciana de Nocte”. Me hubiera gustado conocer en persona a David Mateo de una vez, saludar a Sergio y charlar con José Miguel. Sin embargo los actos del sábado y domingo, los oficiales, oficiosos e incluso los improvisados, fueron magníficos. Además he tenido la oportunidad de conocer a esos otros miembros de Nocte, amigos y compañeros en la red, a los que por fin les he podido poner cara y sonrisa: Miguel, Juan…
Mi enhorabuena a Óscar Bibrián, ganador del premio Liter de este año, con el que, seguro, será un gran relato que ya tengo ganas de leer con avidez.
Jornadas como estas no deben desaparecer del panorama literario y cultural español.
Gracias a mi sufrida esposa por acompañarme y sufrir la monomanía de la que adolecemos en estas ocasiones los amantes del terror.
Esperemos que el año que viene esto siga así, creciendo.

miércoles, noviembre 05, 2008

Un verano tenebroso... o la predilección por los niños

En esto de la literatura de terror hay una mezcla que raras veces falla, salvo por torpeza del autor, que es la combinación de niños y miedo.
Revisando mis lecturas a vuela pluma, es una forma relativamente temprana, de la que se pueden encontrar muy pocos ejemplos en los anales del terror más clásico. Sin embargo en la literatura más moderna y contemporánea es casi un hecho habitual la aparición de una figura infantil o adolescente que cumple la función de contrapunto y paradoja, pues suelen ser personajes maduros —muchas veces más que sus compañeros adultos—, activos y determinantes. Suele ser el niño el primer personaje consciente del peligro, como si su inocencia todavía permitiera una conexión con hechos o comportamientos que lo puramente racional y positivo no es capaz de percibir. Suele ser él también el que recoge y aglomera la fuerza que permite vislumbrar la solución o el fin del problema, en contraposición a la percepción inconsciente del lector de sus supuestas inocencia y fragilidad.
Podemos encontrar diversos iconos de este tipo de literatura, de entre los que destaca con brillo deslumbrante el “It” de Stephen King —aunque el autor de Maine suele ser recurrir a las figuras de fuerza infantiles en sus historias con recurrente periodicidad—; aunque la obra que me ha hecho traer este tema a colación es mi última lectura: “Un verano tenebroso”, de Dan Simmons.
Recuerdan ustedes lo que sucede cuando comparamos “Fantasma” de Peter Straub y “El misterio de Salem’s Lot” de King… bueno, algo sucede con las dos obras mencionadas en el párrafo anterior. Son solidarias, nacidas de un mismo instinto, aunque diferentes, abordadas desde diferentes formas de narrar. La verdad es que la obra de Simmons me ha gustado. La de King también me gustó, aunque dista de ser mi favorita.
En ambas los niños, la amistad, la maduración y el mal son los protagonistas inequívocos.
Hablamos de un libro largo, denso, no denso al estilo de King, donde la introspección y los desvíos predominan, sino de una densidad que apunta hacia la pura narración, hacia el detalle. Eso a veces hace que la lectura se vuelva tediosa, pero ese aburrimiento no suele durar mucho más allá de unos pocos minutos.
Nos encontramos con un argumento interesante, bien estructurado, con un final trabajado y espectacular; con unos personajes bien dibujados, donde lo que prima en ellos es su comportamiento, sus acciones, cómo responden a los sucesos, más que una descripción estática. En el la configuración del mal se hace bastante atractiva, y en cierto modo algo más digerible que la que King realiza al final de “It”.
No es una obra maestra, pero si un libro que merece la pena que esté en los anaqueles de la biblioteca de cualquier amante del terror
De nuevo una recomendación para los amantes del terror, un plato a saborear, aunque sólo sea por comparar y probar nuevos gustos.