miércoles, abril 11, 2012

Cuerpos descosidos, de Javier Quevedo Puchal

Elogiar una novela es fácil. A veces tan fácil como ser buen amigo del autor, buscar esa amistad, o simplemente buscar un quid pro quo. A veces basta simplemente no tener una pizca de juicio crítico y sentir la presuntuosa necesidad de ver tus palabras escritas en la red.

Elogiar Cuerpos descosidos (NGC ediciones, 2011), de Javier Quevedo, es sencillo, no hay que hacer nada raro, solo leerla, disfrutar, empaparse del dolor que supura cada uno de los personajes que concurren en la obra, saturarse del olor a carne cruda, a sangre, a remordimientos, a penitencia y furia. Pero no nos equivoquemos, eso es solo la superficie, eso solo es el morbo, nada más. Cuerpos descosidos es un tour de force multifacético que sobrevuela y entrelaza la existencia trágica de unos marginados excepcionales. Cuerpos descosidos es un enredo perfectamente orquestado que habla con lucidez de algo más que el simple dolor como espectáculo, obsesión o necesidad; habla de  la hipocresía y de la corrupción; del amor en su sentido más límpido y de ese otro sentido retorcido y corrupto..., nos muestra que nada es lo que parece y que en los lugares e instituciones donde debería surgir un amor sin calificativos, a veces solo surgen horror, destrucción y manipulación, os sea: un amor corrompido que modela monstruos pudriendo la inocencia, marcando para siempre a las personas y a cuantos les rodean.

Y si hay una palabra que se me viene a la mente tras leer el libro, un denominador común más allá del dolor, esa es la palabra "redención". Sí, en mi opinión, Cuerpos descosidos nos habla al final no solo de el dolor (el dolor se queda solo en una excusa o un mecanismo), sino de la fatal búsqueda de la redención que obsesiona a aquellos que tienen el alma descosida, de los caminos que cada uno de esos individuos toma para intentar llegar a ella: atajos, autopistas, eriales y laberintos.

Javier nos ofrece una de las mejores novelas de la ficción española que he leído este año. Una obra que, al igual que la editorial que la publicó, merece mejor suerte, merece que deje de circunscribirse a las fronteras de este reducido mundo de los amantes de la literatura de género. Una obra que recomiendo encarecidamente a cualquiera.