martes, febrero 27, 2007

Básicos del terror: Los veraneantes, de Shirley Jackson

Hay cuentos de miedo, que no de terror, que insuflan su desasosiego con un retardo discreto y efectivo. Relatos que terminamos de leer sin levantar los ojos del papel, que nos atraen de una forma misteriosa, y que nos dejan, de repente, con una sensación de vacío, de necesitar un más allá. Es esa reacción del lector que quiere más, que necesita más.

Y pasan los segundos y un destello de perturbación ilumina con luz macabra nuestros pensamientos. El alma del cuento ha llegado a nosotros. El argumento ha madurado en nuestro interior, la lectura plantó una semilla de forma furtiva, una semilla que, en cuestión de segundos, germinó y que, al fin, ha florecido con el aroma del desasosiego, con pétalos venenosos de una belleza insondable.

Hay relatos de miedo que no necesitan golpear, se limitan a acariciar, luego sentiremos el escalofrío.

Nos encontramos aquí frente a uno de esos cuentos. Y es por eso que ni si quiera me molesto en hacer un breve sumario.

Shirley Jackson es autora, además de este cuento maravilloso, de la obra maestra The Haunting of Hill House, la Guarida. Obra que todo aficionado al terror no debe dejar de leer.

lunes, febrero 19, 2007

Más elucubraciones... o cómo nos afecta el terror

Estoy enfrascado en la lectura de un mito, de uno de esos libros que, a fuer de ser imposible o casi imposible encontrarlo, se han convertido en un objeto de culto. Se trata de El gran libro del terror de Martínez Roca, en su colección gran super terror.

Nos gusta categorizar. A veces encontramos más placer, y una rara percepción de falsa utilidad en eso de poner etiquetas a las cosas. El autor de la selección de los relatos ha dividido el libro en tres partes según el ‘tipo’ de terror que tinta los relatos, sin embargo, después de haber leído media docena de ellos, a mi me vino a la cabeza una nueva división, un enfoque a resultas de las sensaciones que despertaban en mí dichas lecturas.

El autor plantea la división entre: para empezar,el mal como foco del terror; luego, la perturbación de la realidad, de lo real y conocido, y, por último, quizá una concesión a la época en la que se hizo la selección (Principios de los ochenta), a ese terror indeterminado, de tipo intelectual que navega con cierto de orden y desapego por la psique humana (concesión al salto experimental que sufrió por entonces la literatura en paralelo al resto de las artes).

Sin embargo hablemos de mis sensaciones. Después de leer: Los veraneantes, de Shirley Jackson, El gemido de los perros apaleados, de Harlan Ellison y La multitud, de Ray Bradbury, después de estas y otras muchas lecturas, me fijé en cómo distintas historias de terror se me hacían, valga la redundancia, distintas, precisamente por el efecto que causaban en mí, por la forma en la que me, digamos, perturbaban.

Primero está ese terror que nos impacta como una patada en el plexo solar, que nos encoje el ánimo y retuerce cualquier víscera, sea estómago o corazón. Lo hace de todas, todas, sin esperar a nada. El lenguaje nos controla, nos domina y nos golpea sin apenas dejarnos reflexionar.

Luego está ese otro terror, el que viene con retardo. Terminamos de leer la obra y percibimos un remusguillo de inquietud, algo, un pensamiento extraño que vaga, anónimo, por nuestro interior. Posteriormente, como una marea esa desazón crece, nos perturba más y más, hasta que por fin se derrama, nos hace abrir la boca, sonreír sosteniendo el escalofrío en la espalda.

Estas dos formas de percepción del terror tiene su origen en lo pasional, no recurren el intelecto, son más reacciones espontáneas ante una sensación, ante un acercamiento emotivo.

Y luego está la tercera, muy de moda, a mi modo de ver falaz y artificiosa, esa que convierte e terror en un juego intelectual. Son esas obras en las que, a menos que uno no se siente a posteriori, y comienza a darle al magín, interpretando, reinterpretando, encontrando simbolismos, imágenes, alusiones y metaliteratura, no encuentra lo que causa el terror. Son esas obras que, sin asustar, el crítico o el autor las ensalzan al ser esas obras donde el terror es más autentico puesto que pulsa en los hilos intelectuales, racionales que vibran en el universo y el hombre. Obras donde le terror es el terror a la soledad, el terror a la diferencia, el terror a la igualdad, el terror a la cosificación… obras donde el terror toma un objetivo incorpóreo, en un alcance académico, ya sea en el sentido más apolillado del término o el más rabiosamente rupturista y experimental.

Como amante del terror sobrenatural, desconfío de este último tipo de obras. No las repudio, algunas son excelentes, de lectura penetrante, formulación atractiva, argumento interesante: buenas obras literarias. Sin embargo veo cómo algunos garúes de los cánones intentan imponer este tipo de obras como el referente absoluto y perfecto del relato de terror, y eso me preocupa, me incomoda.. Es como si el terror intentase zafarse de la etiqueta de ‘literatura popular’ recurriendo a los argumentos snobs y academicistas que esgrimen algunos de los contrarios a las literaturas de género. Como si dijésemos, vamos a copiar la tendencia de la ‘buena literatura’ (aburrida, vacua, sosa) para así sentirnos mejor con nosotros mismos.

Bueno, ya lo he escupido.

Para finalizar, recomiendo a todos que, de la forma que sea, se hagan con un ejemplar del libro. Que busquen en bibliotecas, es un libro que merece la pena.

viernes, febrero 16, 2007

Clara Tahoces ganadora del IV Premio Minotauro con Gothika

Estepa. Finales del siglo XVIII. La joven Analisa llega desde Madrid en respuesta a la apremiante llamada de su tía moribunda. Una vez allí la muchacha se ve acosada por extrañas y terribles pesadillas y por un sutil mal que parece estar consumiéndola poco a poco. Un día Analisa despierta dentro de un ataúd. Junto a ella reposa su tía que parece muerta. Cuando la joven escapa y se siente a salvo descubre que algo le ha ocurrido. Y siente la aguda punzada del hambre...

Madrid. Principios del siglo XX. Alejo sabe que solamente su trabajo puede convertir su oficio vocacional, el de escritor, en el verdadero sustento de su vida. Así, mientras se gana el pan trabajando de teleoperador se documenta intensamente para la que será su gran novela. Para ello sale cada noche con Darío, el hermano de su novia, por el ambiente goth madrileño. Todo cambia el día que Alejo conoce a Ana, la mujer enigmática y fascinante que se convierte en su única obsesión.


Minotauro (Planeta, como todos sabemos) ha dado a conocer el resultado del premio que convoca anualmente. La ganadora esta año ha sido Clara Tahoces, con una obra, Gothika, ambientada en el universo vampírico. La verdad es que debo luchar bastante en mi interior para no acabar sucumbiendo al reparo que surge sin ser llamado, y que tiende a etiquetar las cosas sin una lectura, sin un estudio crítico. Y es que todo lo que me hable de vampiros, de su adecuación al medio moderno, del ambiente gótico, me produce un inicio de sarpullido inevitable, una sensación de yo ya he leído algo de eso.

Pero todo aficionado debe luchar contra esos reparos, contra esas ideas preconcebidas. No etiquetemos de partida. Esperemos a leer la obra, a leer las críticas de aquellos que la saboreen, y e cuyo gusto tengamos confianza. El hecho de que un argumento suene manido no indica que la obra lo sea; hay que valorar el estilo, la finalización, el diseño de los personajes...

Como he concluido a veces en el taller de escritura fantástica taller_7, cuando uno escribe algo ya muy trillado, está obligado a echar el resto todavía más, a ofrecer algo que lo haga diferente, algo que resalte en cualquiera de los elementos que conforman una obra y que la haga brilla por encima del esquema básico argumental. Esperemos que el jurado del Minotauro haya visto esto y podamos disfrutar de una buena obra de terror o fantasía oscura.

Enhorabuena Clara, y suerte.

lunes, febrero 12, 2007

Danza Macabra, de Stephen King

Uno de los ejemplos que mejor nos muestran la poco entidad intelectual que tiene la creación de género terrorífico en España es la casi absoluta falta de libros, ya sean ensayos, monografías o estudios, dedicados a dicho tema. Existen excepciones honrosas como la Historia natural de los cuentos de miedo, de Rafael Llopis, el horror preternatural en la literatura, de Lovecraft, y quizá alguna tesis doctoral de la que no tengo noticia, pero seguro que flota por ahí, en algún lado. Por suerte para nosotros, Valdemar, recientemente, se decidió a brindarnos Danza macabra, la obra de Stephen King.

Danza macabra es uno de esos libros que, sin ser ficción, tampoco se pueden considerar como un estudio ordenado y conspicuo. La obra es una interpretación , un vuelo muy personal y algo desordenado de King sobre el universo del terror en Estados Unidos en el último medio siglo. El autor, lejos de profundiza en su actitud creadora, más bien se centra en una lectura de la evolución y las formas del terror como elemento artístico integrante de la cultura popular, así habla del terror en el cine, del terror en la televisión, y por último del terror en la literatura, ciñéndose en este último apartado a un listado de libros favoritos.

Es obvio que las partes en las que nos habla del cine y la televisión pueden ser vistas por los lectores no norteamericanos como un mero divertimento, como un elemento, no desdeñable, pero sin más importancia que la de su carácter anecdótico. Sin embargo es en la parte dedicada al cine, donde King esboza una serie de ideas interesantes acerca del terror como un reflejo de ciertas inquietudes y miedos en lo político, social y económico. Es obvio que hay que aplicar el filtro de los miedos made in USA, que no han tenido que ser los mismo en nuestra vieja Europa. Sin embargo es determinante la influencia norteamericana en este ámbito como para desdeñarla sin más. Además, en casi todos los capítulos deja caer píldoras que invitan a la reflexión crítica

Quizá la parte más interesante del libro sea la última, la referente a las elección de obras literarias que forman las preferencias del autor, su análisis. La parte dedicada a las series televisivas es, en mi opinión, la parte más floja y más ajena al lector español.

En fin, un libro recomendable para aquellos que disfrutan del terror como género y quieren ir un poco más allá de la ficción, entrar en las bambalinas.

lunes, febrero 05, 2007

¿Falta imaginación?

Y esta una pregunta que se me ocurre después de haber tenido la portunidad de haber visto el trailer de la película de terror neocelandesa Black sheep.

Está visto que no son suficientes ni las pirañas, ni las abejas, ni las arañas, ni las musarañas (sí, no recuerdo el título, pero sé que hay por ahí una vieja película, especulo que de serie j,k l ó z, donde las musarañas atacan y devoran a nuestros desprevenidos congéneres humanos)... repito, parece que faltaba añadir uno más a la lista de animalitos mutados en bestias hambrientas e insaciables.

Les aseguro que, a partir de ahora el corderito de Norit va a poseer un nuevo significado, y no digamos ya la filia ovina de Carmen Sevilla...

Pero, al grano. ¿Qué sucede? la imaginación se ha convertido en un producto de lujo al que sólo acceden unos pocos elegidos. Cada vez que entro en algúna web dedicada a comentar y listar las nuevas películas de terror, me asombro de la cantidad de basura, de remakes, de vueltas de tuerca y de naderías que nos inundan. Sin ir más lejos, otro ejemplo, esta vez hollywoodiense, lo vi ayer mismo... la soporífera la última señal, donde Andy Macdowell se ganaba unos dólares aburriendo al personal en una historia de fantasmas acaramelados.

Bueno. Ya me he quejado, ya he gritado... ahora, ya saben.

Cuidado con las ovejas mutantes... y con las inocentes musarañas.

Y miren, a lo mejor la peli es buena y todo...

Y encontré la película de las musarañas: killer shrews

jueves, febrero 01, 2007

Vampiros

Dentro del género del terror hay una figura que destaca por encima de otras. El vampiro se ha convertido más en un paradigma que en un personaje como tal.

No voy a ponerme a desarrollar un ensayo acerca de la figura del vampiro en la historia, el cine y la literatura. Esta entrda viene a cuento de un comentario que escribí hace poco en un blog amigo. Tal comentario despotricaba, de una forma bastante exagerada, acerca de la última revisión del personaje: esa saga de vampiros a lo Anne Rice, exquisitos, lánguidos, mundanos... una caterva de egomaníacos con sobredosis de spleen.

Y es que abogo por la recuperación de ese otro vampiro, el original, el histórico: Brucolaco, Vourdalak, Strigoi... Menos Freud y más Folklore, menos sensualidad soterrada y más apetito desbocado, menos modelos prêt-à-porter de época y más tierra de cementerio maloliente y putrefacta. Menos introspección narcisista y más miedo en el sentido estricto de la palabra. Esta nueva saga de vampiros no asusta: por contra fascina, atrae, busca no seguidores, sino imitadores. Y no es que me parezca mala literatura, o crea que haya que borrarlos del mapa... nada de eso. Hay joyas, hay excelentes escritos y películas que merecen la pena ser leídos y vistos. Simplemente abogo por la recuperación del vampiro como mito terrorífico, como ser al que temer, no como ser al que imitar, al que buscar para que nos muerda y así ser uno más de los no muertos tan 'guays' que andan por la vida pasando por encima de todas la convenciones, saltándose las odiosas normas, por encima de los simples y aburridos mortales.

Y escribo esta entrada porque, lo dicho hasta ahora e ssimilar a lo que contaba en ese comentario, y el otro día me di cuenta de algo, y ese algo es la gran correspondencia que existe entre el personaje del Zombie y el arquetipo folklórico del vampiro:

El mito del muerto no muerto que retorna, que simplemente retorna y busca a aquellos que le han sido más cercanos en vida, que retorna portando el vaho de la muerte y un hambre insaciable de vida.

Ya sé que es quizá rizar el rizo en exceso, pero no puedo evitar hacer esa comparación. Sinceramente, hagan ese ejercicio de suspensión de incredulidad, tan necesario para leer cualquier historia fantástica. Comparen, una bestia desbocada, sin razón, hambrienta, furiosa, simple y directa; o un refinado cursi, un Annibal Lecter de pacotilla que tanto disute con uno de la esencia de la metáfora en la obra de Byron, como le muerde el cuello con una exquisitez acrisolada, o se detiene en el bello arte de la tortura...

Yo lo tengo claro, de los segundos conozco unos cuantos sociópatas muy, muy reales... los otros, bueno, los primeros mejor no encontrarlos cara a cara en mi imaginación.

Saludos