domingo, abril 27, 2008

Historias Asombrosas y Cthulhu, de nuevo

Pues eso, que en breve podréis encontrar en las tiendas habituales el segundo número de estas dos magníficas revistas.

HHAA ataca por el lado del terror con autores consagrados y nuevos valores

Cthulhu nos trae un número especial dedicado a los fantasmas.
Relatos, viñetas, ensayo... Lo dicho en breve.

Un pensamiento interesante

Pues eso, que en el blog de Marc R. Soto os podéis encontrar esta joya (entre otras muchas):
Un artículo de Stepehen King hablando de la sufrida existencia como género comercial del relato de terror (extendámoslo a relato fantástico)

Ver entrada al blog

Por cierto, en cuanto lo lea, en la feria del libro no lo pude encontrar, comentaré ese libro con tan buena pinta que es 'El hombre divergente' del autor del blog, Marc R. Soto, compañero también en nocte.

Saludos

martes, abril 22, 2008

Un artículo interesante en Judex

Juan Carlos Matilla, en Judex, escribe entre otras cosas:

"...los principales males del cine mainstream de terror norteamericano que parece que ha olvidado acudir a la construcción cálida y humana de los perfiles psicológicos, a la adecuación del estilo visual con el tono narrativo y, sobre todo, a la apuesta definitiva por resaltar el cariz fabulador de unas tramas que sepan promover la reflexión, aspecto inherente a la narrativa fantastique que ha permanecido durmiendo el sueño de los justos en la producción estadounidense de los últimos años (salvo honrosas excepciones), más preocupada en noquear al espectador con una batería de efectos visuales en lugar de inquietarlo mediante la adopción de un enfoque de fantasía que remueva nuestros miedos más recónditos."

No hacen falta comentarios. Quien quiera leer el artículo entero, dedicado a la adaptación a la pantalla grande de la novela corta 'La Niebla' de S. King, que entre aquí

lunes, abril 21, 2008

Carga simbólica

De nuevo Ismael surge como disparador de ideas a través de sus comentarios.

En uno de ellos habla acertadamente de un concepto básico en toda buena literatura (de terror y de cualquier género o estilo, pero con una carga especial en la de terror) y Ese concepto es el de la carga simbólica de los personajes, algo que podríamos extender sin esfuerzo a cualquier otro ámbito germinal de la obra literaria.

Carga simbólica. Soy de aquellos que adoran las buenas historias, un argumento bien trenzado, interesante y entretenido. Pero no logramos nada si a todo ello no le asociamos ese otro valor añadido extra, ese brillo que hace que una creación surja con fuerza del humus creado por los cientos de miles de hermanas más o menos mediocres, exitosas o fallidas publicadas, y que reposan en los anaqueles de las librerías o los almacenes de los distribuidores. Una buena historia es cuestión de tiempo, de entrenamiento, al fin y al cabo de prueba y error; cualquiera con un poco de imaginación puede obtenerla. Pero no cualquiera sabe narrarla aferrándose al poder perturbador de los símbolos, de aquello que va más allá del aspecto exterior, de la forma inmediata, que se enraíza en el inconsciente colectivo y personal.

Si repasamos las grandes creaciones de la historia de la literatura, encontramos que aquellas que se puede definir como sobresalientes poseen la virtud de la que hablamos. Hablemos de un Shakesperare, de un Steinbeck, de un Poe… hasta de un Lovecraft.

El símbolo constituye un lenguaje dentro del lenguaje, un ir más allá de la mera significación a primera vista, un disparador que conmueve elementos que van más allá de la pura razón primaria, del gusto, de la emoción esencial asociada a la lectura: el símbolo y su carga de poder son elementos que actúan de forma soterrada a posteriori, cuando, una vez la lectura ha finalizado, efectuamos una sana revisión, una elegía al recuerdo que anima ese fondo, a medias intelectual y emocional, capaz de interpretar ese otro lenguaje.

Todo creador de historias de terror debe perseverar en la búsqueda de esas significación simbólica que reafirme el simple argumento, al menos debe intentarlo, y auguro que es un camino difícil.

miércoles, abril 16, 2008

¿qué coño aportamos los creadores de terror a la sociedad?

¿qué coño aportamos los creadores de terror a la sociedad?

Esta es la irrevernte pregunta, exabrupto, que Ismael, un compañero de Nocte, escupía al viento después de leer mi entrada dedicada a Rec.

No sé si soy capaz de responder... responderme, a dicha pregunta. En el fondo es hablar, pensar y reflexionar sobre la función del escritor en la sociedad. Unos responderían que, como artista, muestra una realidad; reinterpreta ansiedades, miedos, terrores reales; rebusca en el inconsciente colectivo, moral o religioso y pasa todo esto por la túrmix de su imaginación, ya sea en forma de relato sobrenatural o de terror social, y los regurgita en forma de obra de arte... para así permitir a dicha sociedad un reencuentro, una reabsorción más fácil y cómoda de admitir dada su eventual irrealidad y su carácter estético.

Freudianos y psicoanalistas de medio pelo aparte, hay más posibles opciones: como al del mero entretenimiento, muy ligada al hecho comercial. El autor como máquina de crear y publicar alimento preparado que ayude al sobreexcitado ciudadano consumista a sobrellevar su tiempo de ocio, a llenar estantes y expositores de las librerías y Grandes Almacenes, a ganarse el pan de cada día y de paso llenar los bolsillos del dueño de la editorial de turno. Autor como uno más de los macacos sociales que ayuda a que esta frágil y aparatosa construcción llamada sociedad de consumo se sostenga sobre su pedestal de cristal.

...Y no nos olvidemos la que más me gusta, aquella que me dice que en realidad no escribo para los demás (sólo es mi propio narcisismo el que necesita de su existencia, asentimiento y respeto). Porque la necesidad auténtica, el motivo y disparador es la ansiedad de acallar esa parte de mí mismo, interna, picajosa, inquieta, latosa y dominante que me llama a escribir, a llenar cuartillas de papel o pantallas de ordenador con historias, cuentos y creaciones donde el miedo es el ingrediente principal del cóctel. Porque es lo que mejor me sale, aquello en lo que me desenvuelvo con naturalidad y comodidad, porque no puedo evitarlo, y de cuyo resultado me siento extrañamente satisfecho.

Isamel, no creo que sea bueno medir al artista, al creador, con esa vara, propia de gestores y economistas, que es la utilidad manifiesta.

Somos y basta. Estamos y con ello es suficiente. Cada uno aporta al montón a su manera, con sus posibilidades, preparación y logros. Cada uno acalla sus propios fantasmas a su particular estilo. Otra cosa es el éxito, la innovación, la calidad... y eso, Ismael, lectores, es un tema puramente literario, que no social.

Otro tema para otro momento

martes, abril 08, 2008

Otro fiasco más

De un tiempo a esta parte, cada vez que me acerco a una obra contemporánea de género terrorífico, sufro una decepción continuada.

Esta vez ha sucedido con ‘Noche de difuntos’ de Stuart O’Nan, editada por la factoría de Ideas en su colección Eclipse.

O’Nan será un autor de culto en Estados Unidos, pero con esta supuesta obra de terror lo único que ha conseguido es aburrirme soberanamente. Entiendo que, dado que se trata de un autor de género, La factoría lo haya colado en esta colección aunque la novela, a pesar de que aparezca un grupo espíritus que más parecen fisgones inofensivos que otra cosa, no posee ningún rasgo representativo de dicho género.

O’Nan nos habla del dolor, de la pérdida, de la reflexión ante la crueldad del destino. Y ni siquiera lo hace con frescura. La narración se hace repetitiva, tediosa, un querer comenzar de casi doscientas páginas que acaba con la paciencia de cualquier lector, y que la remata con un final torpe, predecible en un grado de risa. Personajes planos, tópicos, sin relieve…

Una vez más me echo las manos a la cabeza. Pienso en cuántas obras de autores patrios se apolillan en el fondo de los cajones, en ajadas carpetas virtuales; obras de mayor calado creativo, desdeñadas por un mundo editorial anquilosado en posiciones comerciales de dudoso éxito, donde, como siempre, lo que viene de fuera es siempre mejor que la producción propia.
Aunque lo peor que sucede en estos casos es el poso de desconfianza que se crea en el lector comprador, siempre atento a las novedades, ansioso por hincarle el diente a la sangre nueva. Que ve como compra tras compra termina intentando olvidar el día que pìso esa librería y se dejó seducir por un nuevo globo de aire caliente.

Desconfianza fundada en demasiados fiascos.

lunes, abril 07, 2008

Básicos del terror. El color que cayó del cielo, de H. P. Lovecraft.

Nunca he ocultado mi admiración por el Maestro de Providence, nunca lo haré, espero. Es más, enfrascado en la lectura de las obras completas editadas por Valdemar, no dejo de encontrar matices, interpretaciones que despejan dudas.

Lovecraft no fue un escritor perfecto. No creo que quisiera serlo tampoco; en su cabeza orbitaban modos y maneras muy específicos: maneras que se mezclaban con miedos, fobias, aprensiones y obsesiones y que han dado como resultado una obra variada, rica, fascinante, una obra puntera en su tiempo, que, se quiera o no aceptar, revolucionó la manera de tratar con el horror, con lo fantástico.

Releyendo hay mejores y peores relatos. Con Lovecraft hay que tener cuidado, el cariño emponzoña ligeramente el juicio crítico, y en algunas ocasiones, narraciones de calidad media orbitan en el paraíso de las obras maestras debido a cuestiones más subjetivas que objetivas.
Sin embargo hay un buen número de ejemplos de buen hacer global. Hoy me detengo en uno de ellos, una de esas obras a las que la susodicha relectura saca del cuarto oscuro.

Me refiero a ‘El color de cayó del cielo’. En ella podemos ver delineadas las obsesiones que mueven su obra en general:
El prodigioso dominio del entorno. El entorno es un personaje más, con personalidad propia, a veces con personalidad múltiple, una suerte de esquizofrénico cuya paranoia absorbe y contagia a los habitantes que viven sus existencias en él. Los bosques que rodean el valle donde el color insano ronda a quienes habitan, ya de por sí serían causa suficiente de horror, foco de desequilibrio ante su poder de sugestión.

Esencial en la obra de Lovecraft es el horror cósmico; el miedo se trasmuta, no surge de nuestro mundo, de nuestras creencias, de nuestras tradiciones más comunes, no. El miedo viene de fuera, elusivo, anónimo, implacable… extraño, sobre todo extraño. Esta vez a lomos de un meteorito, oculto en su interior, una plaga sin explicación, sin referente. Es ese elemento de extrañeza de intratabilidad, el que le dota de su poder de seducción y perturbación. En el relato asistimos, de la mano del narrador, a la progresiva invasión por parte del horror, no sólo de espacio físico, sino también del espacio mental de víctimas y espectadores.

El lenguaje. Quizá sea uno de los puntos que más críticas reserva a la obra del autor. Sin embargo es también la seña de identidad, el barroquismo, la hipérbole, la exageración en las etiquetas.. hay relatos en que esto se suaviza, sin llegar a desaparecer. El color que cayó del cielo es un buen ejemplo, en sus líneas Lovecraft parece comedirse un tanto, quizá sea esto producto de la propia factura que requiere la narración, pues en ella no aparecen los típicos entes que deambulan, numinosos, innombrables, impíos… sino personajes aturdidos y aterrorizados por algo misterioso e incorpóreo.

Nunca me dejará de sorprender la maestría del maestro.

El color que cayó del cielo me gusta, sobre todo porque se aparta del guión normal que el autor norteamericano usaba con sus productos de horror cósmico. En él el miedo es el auténtico protagonista, un miedo no focalizado, incorpóreo; el miedo caracterizado como un virus que se trasfunde en las almas y los cuerpos.