Hay un subproducto del género terrorífico, el ‘de monstruos’ que, con el paso del tiempo, ha ido perdiendo, sino importancia, sí al menos prestigio y calidad, tanto en su vertiente literaria, donde casi ha desaparecido, como en la cinematográfica, donde goza de una mayor repercusión. Y si ya hablamos del monstruo alienigena, ¿qué más queremos? Entonces, ahora, literariamente, apaga y vámonos, y cinematográficamente, pues bueno… cleenex y paciencia
Y sin embargo uno mira atrás y contempla con sana envidia maravillas como Alien, el octavo pasajero, y la que hoy me trae de nuevo con ustedes: La Cosa, el film de John Carpenter
Si nos preguntamos cuáles son los aciertos de La cosa, primero deberíamos olvidarnos del monstruo en sí para recorrer con mirada temerosa cómo el director genera un entorno físico y psicológico apabullante. Los dos aciertos de la película son estos, no tanto el formato físico que plantea el monstruo, con sus apariciones terroríficas, y los efectos especiales asociados.
No, la historia bebe de dos miedos arcaicos, la soledad y el engaño.
Recordemos que la película se desarrolla en una base antártica. Por casualidad, un ente alienigena, que tiene la capacidad de infectar para luego mutar y suplantar a cualquier ser vivo, se introduce entre los componentes de dicha estación.
El encierro opresivo de la antártica, la soledad que rodea y define al grupo, asilados del resto del mundo, expuestos a un peligro invisible, un peligro que hace que uno dude hasta de su mejor amigo, Carpenter se recrea y nos enfrenta al terror en su estado más puro. La duda como antecedente de la inquietud, la desconfianza como previo al temor, la incertidumbre como generadora de terror.
En cierto modo son elementos que también se explotan en mayor o menor grado en su antecedente: Alien, donde quizá la soledad, orientada hacia la soledad del individuo, más que hacia la soledad como aislamiento del grupo, adquiere un mayor énfasis.
Atención a la banda sonora que acompaña a las imágenes, sobria, efectista sin caer en la exageración, contrapunto perfecto que sin cobrar protagonismo, subraya nuestro miedo con una línea vacilante.
La cosa tiene un antecedente en la conocida y estupenda a su manera El enigma de otro mundo. Ambas están basadas en un relato de John W. Campbell Jr. (who goes there?), aunque la versión de Carpenter es más fiel al argumento de dicha creación.
No se la(s) pierdan. Es (son) un clásico.