De entre todos los antecedentes históricos que el vampiro por excelencia, su majestad Drácula, pudo tener, resalta por su energía, originalidad y valentía Carmilla, de Joseph Sheridan Le Fanu.
Permítanme hacer una breve mención y exposición de este clásico:
Le Fanu está considerado el padre de la Ghost Story. Nacido en Irlanda en 1814, siempre atormentado por una vida interior oscura, por una visión derrotista del mundo que le rodeaba, Sus obras abren la puerta a una nueva concepción del terror, siendo en algunos casos, como el que nos atañe, una pionero. Aunque en algunos casos, siguen influenciadas por un decadente género gótico. La Fanu rompe definitivamente con el corsé del género y abre las puertas a la modernidad, a una nueva concepción del terror, más íntima, menos estrambótica, donde los decorados de leyenda se difuminan y ceden preeminencia a las situaciones cotidianas.
Volvamos a Carmilla.
Hablamos de Energía. La lectura de Carmilla es sencilla, sin grandilocuencias, el narrador no necesita de la aparatosidad inherente al relato gótico. El relato se desgrana en tres actos básicos: la presentación del vampiro, la narración de los efectos de esta presencia, el desenlace natural con la caza y aniquilación del monstruo.
Hablamos de originalidad: con Carmilla , la figura folklórica del vampiro se racionaliza, adopta un sesgo menos popular y más sofisticado; el monstruo no es un ente simple, un ser básico con deseos primordiales y un modo de proceder sencillo. No, Carmilla no sólo aterroriza, también fascina a su víctima, entabla con ella una relación más allá de la simple dualidad monstruo-víctima propia de la leyenda popular. Aunque la visión del vampiro de Le Fanú es muy cercana a la que la superstición tenía por entonces: la de un muerto redivivo, es más tarde cuando éste adquirirá ese otro sesgo más diabólico.
Por último, hemos mencionado como característica la valentía. El autor insufla a la acción, entre líneas, una carga gran erótica, arriesgada para la concepción moral de la época en la que escribió y vivió. Lamentablemente Carmilla ha ganado su fama más debido a este hecho y su posterior aprovechamiento cinematográfico, que a su indiscutible calidad estilística y argumental. Por su puesto no podemos olvidar que, ciertamente, Carmilla es una obra de gran cara sexual. Algunos críticos modernos la ven como una metáfora feminista, que postula de forma sutil una, entonces inexistente y perseguida, libertad sexual femenina. Recordemos que en la época Victoriana la moral estaba teñida de cruda represión, de oscurantismo; se soportaba sobre valores morales de efecto represivo y enajenante.
Carmilla es un antecedente. Es muy probable que Bram Stoker escribiera parte de su obra influida por el texto de Le Fanu; hay demasiadas concordancias en la manera de preceder del vampiro, la forma de destruirlo.
Aún hoy en día Carmilla es todavía un antecedente de gran influencia en la visión moderna del vampiro, sobre todo en la obra de Anne Rice, con esa sofisticación y ese sutil aroma a decadencia y crueldad.
Sin duda alguna hablamos de un clásico a recuperar, de una lectura obligada para todo buen amante del terror.