Dentro de Nocte, de vez en cuando nos da por recurrir a los tópicos y hacemos listas de qué novelas nos han gustado más y cosas por el estilo.
El otro día surgió otro de estos juegos: ¿Qué libro, autor, hecho te impulsó a escribir terror?
Buena pregunta. No logro recordarlo con claridad. Como todo niño, adolescente y adulto que más que leer engullía libros, hay demasiadas influencias. Desde que me regalaron ese “Un capitán de quince años” y ese otro “Viaje al centro de la tierra”, la pasión por la literatura ha sido un alimento para mí. Supongo que ya comencé a escribir aventurillas a lo Verne a temprana edad: tesoros, aventuras, peligros sin nombre, valor y resolución. Luego, conforme mis gustos avanzaron se expandieron y aprendí a degustar cualquier literatura, comencé a escribir todo tipo de relatos plagados de faltas de ortografía, cuestión que, poco a poco, mediante esfuerzo fui mejorando, siempre con un elemento fantástico, ya fuera residual, en ellos.
El espaldarazo llegó con el descubrimiento de la novela negra, la Hard Boiled de Hammet, Chandler, Goodis y Robert B.Parker. Yo quería escribir como Chandler, sus diálogos, su fuerza; como Hammet, con esa sencillez arrolladora y más elocuente que cualquier prosa florida y experimental. Y llegó el terror, llegó King, llegó Lovecraft, también Blackwood, Knutter… Peter Straub. Y todo cambió, no había otra cosa que surgiera de mi imaginación, sólo terror. Bucear en el océano de la pesadilla, bordear los páramos de lo sobrenatural y expresar una personal consideración —literaria— del mal.