Juan Ángel ya protagonizaba a su manera la anterior entrada de este blog. Hoy entra por derecho propio, de la mano de su novela La casa de las sombras (DH Ediciones).
Debemos comenzar aclarando a aquellos que no conozcan al autor, que este es un clasicista de tomo y lomo, un esteta, si quieren simplificar. Y esta actitud se contagia a la novela de la que hablamos. Y quien vea esto como un punto negativo, demuestra una simpleza y una escasez de miras preocupante.
Por gusto personal, La casa de las sombras, con su resabio gótico, con su tono fosco, con el sobredimensionamiento del ambiente, de lo opresivo, de lo malsano y perverso... no me entra por el ojo derecho de partida. Sin embargo, como lector que a veces debe sacudirse algunos gustos, siendo objetivo y crítico, debo decir que se trata de una pequeña pero excelente novela.
Quienes vayan a adentrarse en el argumento que tomen aire, concéntrense; Juan Ángel exige mucho del lector. Hay que estar atento. El dibujo de un laberinto se entrelaza en los párrafos durante toda la obra como una marca de agua; es un laberinto enrevesado, juguetón, pérfido, que exige de un esfuerzo notorio para no perderse. Un laberinto que pierde su cualidad de rompecabezas conforme los sucesos se acercan al final, ordenándose, explicando, completando.
Hay novelas diferentes, novelas que marcan un rumbo propio fuera de la línea trazada del terror contemporáneo, del terror con acento español. La casa de las sombras es una de ellas. No gustará a todos, pero eso no debe confundirse con la falta de calidad. Porque de calidad la novela está sobrada.