En esta vida es muy aconsejable no dejar de lado el sano uso de ciertos depurativos intelectuales.
¿A qué viene este galimatías aparente? Todos tenemos filias inconfesables, también andamos sometidos a un continuo bombardeo por parte de la publicidad, cierta cultura enlatada y los medios de comunicación, bombardeo de sensaciones, de atractores mediante los cuales atraparnos y así introducirnos en su perecedero universo de cuotas de pantalla. Y lo hacen bien, muy bien.
Un ejemplo claro es el programita dirigido por el ínclito Íker Jiménez, Cuarto Milenio. Otro, y me remonto a mi juventud, fue la fascinante Puerta del Misterio del profesor Jiménez del Oso
¿Qué tienen de atractivo estos temas? Poseen el sabor dulce de lo esotérico, de lo prohibido, de lo oculto… el enigma, lo prohibido, lo secreto como tentaciones y sobornos que nos fascinan y embelesan. En el fondo bucean a media altura en ese océano de creencias, inconsciencia y miedos… y lo que es peor, la ignorancia y la falta de espíritu crítico.
Como autor de terror me gusta dejarme seducir por parte del material que aparece en estos programas. Uno saca ideas, explora mecanismos, los mecanismos de la inquietud, de lo que todavía perturba el alma humana a pesar de la borrachera de conocimientos y ciencia. Uno comprueba, entre aterrado y fascinado, el alto poder de seducción que siguen teniendo estos paradigmas, algunos eternos, otros más modernos.
Y de ahí la necesidad de un depurativo, de un medicamento eficaz que nos recoloque, que borre de nuestro cerebro esa fascinación y no la deje convertirse en errada certeza o duda amodorrada. Hay que poner las cosas en su sitio, observar las patrañas más o menos obvias, investigar para tapar los agujeros que este saber sesgado deja sin explorar, y que precisamente suelen ser los elementos que destierran la duda y destapan la mal llamada vulgar realidad.
Pensamiento crítico, investigación… qué pena que esa atracción por lo oculto en demasiados casos pase de ser una mera pose estética y folklórica a una convicción real.
¿Fascinación, pereza, ignorancia…?
Por eso, d evez en cuando me asomo a páginas web como la de Magonia [en el menú lateral], que ponen las cosas en su sitio.