Estrategias publicitarias aparte, nos encontramos ante una novela más que correcta. El traje del muerto nos proporciona algo muy simple, un buen rato de entretenimiento, una historia bien contada, con sus fallos, por su puesto… y sobre todo la promesa de que, si Joe Hill continúa puliendo su técnica y estilo, si sabe encontrar argumentos adecuados, nos podemos encontrar ante una nueva figura de la literatura de terror.
Sí, es hijo de su padre, sí, esto se nota, ¿y qué? Es obvio que Hill, a pesar de cierto paralelismo con las formas ‘kingianas’, tiene un estilo propio mas directo, menos prolijo y descriptivo, un estilo donde prima la acción, los hechos y no tanto el entorno y las descripciones.
Básicamente el libro es una ghost story contemporánea. Los protagonistas son víctimas de una venganza sobrenatural. ¿Quién dijo que ya estaba todo escrito y que la literatura contemporánea no hacía otra cosa que dar vueltas sobre argumentos manidos? Joe Hill, sabe usar los mecanismos adecuados para que este tópico pierda la inercia y aparezca renovado, interesante y vivo. Algo que quienes empiezan a escribir deben aprender, marcarse al rojo vivo en el cerebro.
Nos encontramos con unos personajes atractivos, un tanto tópicos, ya no en su perfil personal, sino en las pinceladas de su biografía, pero en la literatura es difícil traspasar claramente la línea que separa la individualidad del arquetipo; bien dibujado el personaje principal, un viejo roquero, algo amargado y baqueteado por la ida, más desdibujada y confusa su compañera de infortunio… y quizá uno de los peores fallos de la novela sea el personaje del fantasma perseguidor, plano, sin personalidad, una boca parlante que sólo amenaza, amenaza y amenaza. Quizá el error sea de perspectiva, el personaje de este fantasma se crea a partir de las descripciones que de él nos dan otros personajes y, en menor grado, el propio narrador -lo cual lo desdibuja, mostrando un mero boceto, una caricatura más que un ente particular, con capacidad de inquietar-, cuando lo que la historia pide que sea el mismo quién se defina con sus acciones, gestos y diálogos.
Hay un buen principio de manejo de las historias paralelas, uno de esos asuntos que a mí personalmente suelen darme la medida de un escritor correcto, imaginativo y capaz. Aunque también es un tema que Hill debe pulir en sus próximas creaciones, dotar a estos hermanos pobres de una dosis de calma, pues en este libro quizá transcurren con un cierto apresuramiento, como si tuviera prisa por entrar en el meollo central del argumento.
En resumen, una buena obra primeriza, entretenida, eficaz… con algunos momentos inquietantes de verdad, donde la atmósfera del terror se infiltra en el lector con facilidad.