¿Quién dice que el vampiro a muerto o agoniza como personaje literario?
Nada de eso. Nuestro amigo el chupasangres ha mutado de nuevo. Su instinto de supervivencia es tenaz e inteligente. Amplia su territorio al mismo tiempo que deja yermos sus viejos territorios de caza.
Basta echar un vistazo a las novedades editoriales, a próximos estrenos en cine… nuestro amigo se nos ha vuelto romántico, sexoadicto y donjuan.
De la misma forma que la novela gótica, en su sentido original, con ligeras mutaciones, ha sobrevivido hasta nuestros días escondida entre las sábanas perfumadas de la novela romántica; el vampiro parece haber escogido ese camino como medio fundamental de supervivencia y expansión.
En cierto modo es algo que no debe extrañarnos. Viene dado de serie desde que Stoker creó Drácula y las primeras interpretaciones de índole erótico emocional surgieron en escena impulsadas por la doctrina freudiana. Buena parte del empujón final podemos achacárselo a Anne Rice y su visión descafeinada ¿humanizada? del monstruo.
Los ejemplos actuales abaundan:
La saga de la autora Stephanie Meyer y su ‘Crepúsculo’, con su inmediata adaptación al cine. El nuevo libro de Solares en eclipse: ‘Descendiente de la oscuridad’, de Nancy Kilpatrick. Las nuevas publicaciones de tipo romántico-fantástico de diversas editoriales centradas en lo fantástico…
Sobrevivir, sobrevivir, esa es la cuestión.