Han sido unas vacaciones silenciosas y hasta cierto punto productivas en lo que a lecturas se traduce, pero nulas en tanto hablamos de escritura. Lo bueno se termina, nos deja un poso amargo: una parte de tristeza ante el reencuentro con la monotonía, otra parte esa felicidad cercenada de golpe, que comienza a pudrirse y huele mal y, por último, la sensación de que quizá podríamos haber aprovechado mejor el tiempo…
Pero el pasado se desvanece entre la niebla. El presente llama a la puerta después de habernos dejado en paz unas semanas, y hay que encararse a él, retomar las viejas costumbres y obligaciones. Y entre aquellas, ya que no constituye una obligación, está la de volver as este blog con la promesa tácita de ser más constante en la actualización e inserción de entradas.
A reseñar de este periodo estival: unos días brumosos y pantagruélicos por Asturias, el retorno a la naturaleza virgen, unos cuantos relatos y alguna novela magníficos, el sobrecogimiento producido por la Catedral de Burgos…