Asistimos a un relanzamiento exitoso; nunca se había marchado del cine, pero se le ha dado un buen empujón, y, lo que es más, por fin a estallado como motivo argumental dentro del campo de la narrativa.
El zombie es el monstruo de la modernidad, como el tópico comúnmente aceptado nos dice, es la perfecta metáfora del individuo alienado, digerido y regurgitado por una sociedad hambrienta y canibalesca. No importa el origen, la forma, lo esencial en el zombie es su falta de motivación, es el regreso del ser humano a su núcleo animal más primitivo y esencial. El zombie también es un ser gregario en el sentido más lato, actúa en masa, con la tozudez una manada de lemings en busca de un precipicio; su personalidad se disuelve en el grupo que, al final no es más que un río de magma descontrolado que busca alimento, un alimento específico: sus antiguos congéneres; una nueva imagen, símbolo de alcance muy claro, si tenemos en cuenta el elemento de contagio y conversión.
Muchos dicen que el terror se mueve al ritmo de las necesidades de la sociedad que lo consume, algo así como una función de espejo deformante que nos enfrenta a los miedos y angustias del momento, que nos permite acercarnos a un mecanismo no alienante de enfrentamiento y reflexión. Hablamos quizá de miedo a la despersonalización, a la simplificación, al vacío emocional, con un terrible sentimiento de inutilidad, manipulación… el fenómeno zombie es el perfecto exponente de esta proyección a la fantasía desde lo real.
Mientras que en los arquetipos precedentes: vampiros, hombres lobo, fantasmas, asesinos... la simbología venía desde el interior, desde nuestra psicología de individuo concreto, como reflejo de partes de nuestro subconsciente no asimiladas, comprendidas o estudiadas; en el caso del zombie, el símbolo converge desde el grupo, desde otro tipo de subconsciente, el social o colectivo, el de especie en progresión sometida a las tropelías de esa evolución global. El monstruo deja de ser un ente único, distinto, peculiar, y se convierte en una miembro más del enjambre, disuelto, vacío, sin el poder de fascinación de sus precedentes -con los que había que hacer un esfuerzo de interiorización-, pero con un inquietante poder de perturbación; no en vano nos vemos reflejados en él en los aspectos más sencillos y visibles de nuestra vida cotidiana.
Simplificando demasiado, dado que luego la evolución cultural imponen sus leyes y conversiones:
- Vampiros, hombre lobo, momias, trasgos... surgen de una alienación de índole espiritual, religiosa y mágica.
- Asesinos y psicópatas de una alienación psicológica y emocional.
- Gozillas, Frankensteins, arañas gigantes y similares... de su paralelo científico.
- Zombies... a partir de la alienación económica y social, de la economía de mercado y sus mecanismos de acción.