Estoy enfrascado en la lectura de un mito, de uno de esos libros que, a fuer de ser imposible o casi imposible encontrarlo, se han convertido en un objeto de culto. Se trata de El gran libro del terror de Martínez Roca, en su colección gran super terror.
Nos gusta categorizar. A veces encontramos más placer, y una rara percepción de falsa utilidad en eso de poner etiquetas a las cosas. El autor de la selección de los relatos ha dividido el libro en tres partes según el ‘tipo’ de terror que tinta los relatos, sin embargo, después de haber leído media docena de ellos, a mi me vino a la cabeza una nueva división, un enfoque a resultas de las sensaciones que despertaban en mí dichas lecturas.
El autor plantea la división entre: para empezar,el mal como foco del terror; luego, la perturbación de la realidad, de lo real y conocido, y, por último, quizá una concesión a la época en la que se hizo la selección (Principios de los ochenta), a ese terror indeterminado, de tipo intelectual que navega con cierto de orden y desapego por la psique humana (concesión al salto experimental que sufrió por entonces la literatura en paralelo al resto de las artes).
Sin embargo hablemos de mis sensaciones. Después de leer: Los veraneantes, de Shirley Jackson, El gemido de los perros apaleados, de Harlan Ellison y La multitud, de Ray Bradbury, después de estas y otras muchas lecturas, me fijé en cómo distintas historias de terror se me hacían, valga la redundancia, distintas, precisamente por el efecto que causaban en mí, por la forma en la que me, digamos, perturbaban.
Primero está ese terror que nos impacta como una patada en el plexo solar, que nos encoje el ánimo y retuerce cualquier víscera, sea estómago o corazón. Lo hace de todas, todas, sin esperar a nada. El lenguaje nos controla, nos domina y nos golpea sin apenas dejarnos reflexionar.
Luego está ese otro terror, el que viene con retardo. Terminamos de leer la obra y percibimos un remusguillo de inquietud, algo, un pensamiento extraño que vaga, anónimo, por nuestro interior. Posteriormente, como una marea esa desazón crece, nos perturba más y más, hasta que por fin se derrama, nos hace abrir la boca, sonreír sosteniendo el escalofrío en la espalda.
Estas dos formas de percepción del terror tiene su origen en lo pasional, no recurren el intelecto, son más reacciones espontáneas ante una sensación, ante un acercamiento emotivo.
Y luego está la tercera, muy de moda, a mi modo de ver falaz y artificiosa, esa que convierte e terror en un juego intelectual. Son esas obras en las que, a menos que uno no se siente a posteriori, y comienza a darle al magín, interpretando, reinterpretando, encontrando simbolismos, imágenes, alusiones y metaliteratura, no encuentra lo que causa el terror. Son esas obras que, sin asustar, el crítico o el autor las ensalzan al ser esas obras donde el terror es más autentico puesto que pulsa en los hilos intelectuales, racionales que vibran en el universo y el hombre. Obras donde le terror es el terror a la soledad, el terror a la diferencia, el terror a la igualdad, el terror a la cosificación… obras donde el terror toma un objetivo incorpóreo, en un alcance académico, ya sea en el sentido más apolillado del término o el más rabiosamente rupturista y experimental.
Como amante del terror sobrenatural, desconfío de este último tipo de obras. No las repudio, algunas son excelentes, de lectura penetrante, formulación atractiva, argumento interesante: buenas obras literarias. Sin embargo veo cómo algunos garúes de los cánones intentan imponer este tipo de obras como el referente absoluto y perfecto del relato de terror, y eso me preocupa, me incomoda.. Es como si el terror intentase zafarse de la etiqueta de ‘literatura popular’ recurriendo a los argumentos snobs y academicistas que esgrimen algunos de los contrarios a las literaturas de género. Como si dijésemos, vamos a copiar la tendencia de la ‘buena literatura’ (aburrida, vacua, sosa) para así sentirnos mejor con nosotros mismos.
Bueno, ya lo he escupido.
Para finalizar, recomiendo a todos que, de la forma que sea, se hagan con un ejemplar del libro. Que busquen en bibliotecas, es un libro que merece la pena.