Acometo en esta serie de entradas una tarea grata: la de repasar, sin ánimo profesoral o erudito, sino más bien panegírico y esquemático, ese conjunto de obras y obritas del género terrorífico con las que más he disfrutado en mi vida.
Si a alguien le sirven de guía, bravo; si goza como yo, dos veces bravo.
Recuerdo que yo tendría unos diez, doce, trece años. Éramos unos críos de colegio de curas bastante modositos, aunque con nuestro juvenil punto de malicia, zascandilería e independencia. Fue una tarde veraniega, bochornosa. La clase de lengua y literatura se nos dibujaba a todos como un aburrido tiempo de suspiros, ensoñaciones estériles, sudores y apuntes.
Pero quiso el destino que esa tarde nuestro viejo profesor, reconozco que apenas me acuerdo de él, acudiera algo más tarde y bastante más cansino de lo que era habitual. Llevaba en la mano un librito del que nadie vio el título porque forraba sus libros en papel de periódico.
Se sentó en su silla nos hizo callar con un ademán serio y dijo:
-Hoy les voy a leer un cuento, uno de miedo.
Todos saltamos de nuestro asiento, alegres, aunque silenciosos. Era algo nuevo, y a esa edad lo nuevo fascina. Y más si evita una tediosa hora de objetos indirectos, análisis sintácticos y demás metralla gramatical.
El viejo Masson, guardián de uno de los más antiguos y descuidados cementerios de Salem, sostenía una verdadera contienda con las ratas. Hacía varias generaciones, se había asentado en el cementerio una colonia de ratas enormes procedentes de los muelles...
Así empezaba el relato.
Era una narración corta, de atmósfera, en la que la historia, vista desde una perspectiva ajena, de lector resabiado, hasta resulta manida y tópica. Pero esa tarde, entrando el sol a raudales por las ventanas, todos sentimos el mismo escalofrío, todos nos estremecimos cuando el protagonista se estremeció, todos nos dejamos hipnotizar por la fluida lectura de nuestro profesor. No importaba que el ambiente no invitara a sentir miedo , a dejarse llevar por una narración de terror, no. Dio igual, el relato nos atrapó, nos dominó y nos fascinó. Nadie dijo esta boca es mía durante toda la lectura.
...y se hundió en la negrura de la muerte, con los locos chillidos de las ratas taladrándole los oídos.
Y el silencio siguió flotando sobre nosotros como una mortaja. Ninguno de nosotros se movió. Nadie se atrevió a romper el hechizo que nos dominaba y mantenía helados, sujetos a los asientos, reviviendo los horrores que habían acosado al protagonista, una y otra vez. Quizá imaginando que el susurro tras la pared no era otro profesor, en otra clase, escribiendo en la pizarra con una tiza; no. Quizá ese susurro era el arañar sibilino de una de esas demoníacas ratas, esperando impaciente, deleitándose en nuestro sufrimiento, al acecho.
Muchos años después. Lector ávido y curtido en muchas guerras, di con ese maravilloso libro que Alianza editorial y Rafael Llopis nos han brindado para nuestro gozo y disfrute: "Los Mitos de Cthulhu". Y allí estaba. De nuevo, el relato, las ratas, esperándome.
Sobra decir que hice todo lo posible para tener miedo.
Si pueden lean, lean... no les defraudará.
Kuttner en wikipedia -inglés
Kuttner en la tercera fundación
Los mitos de Cthulhu