Lo de gripe J viene a cuento de que no sé si es A, B ó C... solo sé que estos dos días ha sido y es gripe J, con una gran J de jodida.
Pero a lo que íbamos.
Corran, corran de verdad. A Internet, a la librería, al kiosko; sea donde sea que puedan encontrar las antologías de Calabazas en el trastero, corran y cómprenlas: Entierros, Arañas, Poe
¿Y a qué viene este surtidor de euforia? Pues bien, se debe al hallazgo de un tesoro, de una perla valiosa y auténtica. Lo dicho, si ya cualquier aficionado al terror debiera hacerse con los tres números actuales de Calabazas, ya que es casi el único escaparate en el que los nuevos talentos pueden mostrarnos su valía, disposición y creatividad (junto a Sable, Paura y poco más); a ello se suma un valor añadido más: José Miguel Vilar-Bou y su relato "El laberinto de la araña" en la segunda antología dedicada a las arañas.
Toda antología es por definición desigual. Los relatos nos ofrecen un abanico de formas de narrar muy diferentes, tanto en temática, estilo y calidad. La calidad media de Los Calabazas es muy buena, en algunos casos espléndida, en otros arrastra la losa de un tema demasiado cerrado que hace que las historias suenen demasiado iguales, pero el relato de Vilar-Bou destaca sobre todos como un faro en la tiniebla de la costa. Es esta una razón más para lanzarme sobre su Alarido de Dios, nueva novela, en cuanto me sea posible.
Gracias José Miguel, en medio de la tos y el malestar me proporcionaste unas minutos de disfrute.