No hace mucho tiempo, en las jornadas dedicadas a Stepehn King en Huesca, en el evento Oskafriki, uno de mis compañeros de Nocte, Emilio Bueso, disertó acerca de la manera de escribir del autor de Maine. Lamentablemente, aunque estaba invitado, por motivos personales, no pude acudir a la cita. Estoy más que seguro de que la disertación de Emilio fue, como todo lo que él hace, prolija, interesante e instructiva.
¿Y porqué me acuerdo de esto ahora? Porque hace unos días volví a ver la película La zona muerta, basada en la novela del mismo nombre. El filme, del director norteamericano David Cronenberg, sin llegar a alcanzar al original, es un excelente producto, quizá un poco, muy poco, tocado por el paso del tiempo.
Y no quiero hablar de la película, no. Ésta fue un mero detonante.
Tras verla, mi mujer y yo nos pusimos a hablar sobre King. Ella también es una lectora empedernida del autor; todavía más que el que escribe, que se quedó en los Tommynockers… un tanto defraudado y saturado de tanto King —aunque obras como El misterio de Salem’s Lot, La zona muerta, Cementerio de animales, Carrie, It y El resplandor, merezcan estar catalogadas como de lo mejorcito del terror contemporáneo, y algunas de todos los tiempos…
Pero a lo que íbamos. ¿Qué hace a King tan especial? Pues de eso nos pusimos a hablar la parienta y yo. Y llegamos ambos a la misma conclusión, lo que lo hace tan atractivo es lo mismo que con el tiempo, el exceso y una falta de adecuación, ha echado a perder algunas obras recientes: sus largos interregnos descriptivos, sus dibujos puntillosos y detallistas de personajes y paisajes, sobre todo de los primeros.
En los libros de King a costa de leer sus vidas, de compartir sus pensamientos, sus elucubraciones, de vivir cada acción que realizan… uno se adhiere a los personajes, llega a estar tan pegado a ellos que, entonces es sencillo imbuirse del miedo, de las situaciones inquietantes o aterradoras que les acaecen. Como vengo diciendo, la empatía es un elemento esencial, y King es, era… —¿Quién sabe?— un maestro en provocar esa relación, el nacimiento del nexo necesario que nos hace compartir, sentir el terror.
Seguiremos pensado...