Todos tenemos nuestros miedos particulares, el mío, ese que termina por marcar una infancia, era sencillo: nunca fui capaz de recorrer con paso tranquilo el pequeño espacio de pasillo, que separaba el salón de la casa de mi dormitorio, sin mirar con semblante adusto y tembloroso rictus el agujero oscuro que conformaba la habitación vacía de mis padres. Sí, ya sé que un froidiano tendría mucho que decir, pero, háganme caso, no era más que el simple miedo a la oscuridad, a lo que se oculta en ella y que, antes, ha nacido en nuestra imaginación. Una de las conclusiones que he podido medio discurrir después de tantos años de afición, es que el miedo no está fuera, para nada, su origen, su esencia, está bien dentro, en la más profundo de nuestro cerebro.
Podría decir que ya no siento miedo, que la oscuridad no me asusta, y es cierto, salvo alguna que otra vez que vuelvo a la casa paterna y debo recorrer ese trecho a solas, en la negrura, de nuevo.
Siempre fui un chico medroso y asustadizo, de esos que se tapaban la cara con un cojín o se escondían debajo de la mesa cuando Ibáñez Serrador alcanzaba a inquietarnos con sus Historias Para No Dormir, o cualquier filme de terror amenazaba mi tranquila existencia de tímido infante… Y quizá sea por eso al reacción posterior; aquel miedo no era sino un germen de fascinación, y ahora, en lugar de esconderme, busco, busco con ansiedad buenas historias de miedo que me impulsen a esconderme de nuevo bajo la mesa.
Por eso les auguro para el año que entra, nuevas y jugosas entradas, reseñas, comentarios…
Feliz año nuevo
Y para empezar dos recomendaciones:
En cine, vean ‘La niebla’ de John Carpenter. Si es posible la edición especial de dos discos que ha salido al mercado recientemente.
Como lectura, por favor, antes de ir a ver lo que se está dibujando en palabras de demasiados críticos una fallida versión del original…. Sí, antes lean la maravillosa ‘Soy leyenda’ de Richard Matheson.