Como introducción a mi propia entrada, me permito citar parte de una entrada en el blog de David Mateo, La sombra de Grumm. Lean:
"Hubo un autor que pasó el año anterior por el taller de literatura fantástica que llevo a cabo en Moncofa y le dijo a los niños que escribir terror era un ejercicio sencillo, que puede hacerlo cualquiera y que él no se metía en esos andurriales porque le parecía un género literario del montón. Hoy pienso: coño, que suerte tienen algunos. [...]"
Lo cierto es que a tipos como a ése les propondría el reto de demostrar sus palabras con hechos. Dentro de esos arranques de supuesta lucidez intelectual hay un derroche de desprecio inconsecuente, de desconocimiento, de orgullo mal enfocado. A este señor le respondería que escribir un relato, un texto perteneciente al género del terror, no es diferente de escribir cualquier otra cosa, o se hace bien o se hace mal.
Y es que ya estamos con ese maldito miedo a los géneros, algo que, no sé si estos torpes se darán cuenta cuando abren la boca, es lo mismo que despreciar a la propia literatura. Que nos encontramos demasiados ejemplos de mala literatura, es cierto; que el autor de género puede caer en al tentación de disimular sus falencias estilísticas, sus pocas aptitudes literarias con una serie de trucos sencillos, torpones y efectivos, también es cierto. Pero no menos real es que sucede los mismo en cualquier tipo de literatura,y no escucho a nadie que eleve la voz poniendo a parir a Cervantes, a Torrente Ballester, a Luis Cernuda, a un Marías, a tantos.... por el mero hecho de que diez mil petimetres de la palabra emborronen el haber de la prosa seria con esas nefastas obras que inundan los anaqueles de las librerías. No hagamos entonces lo mismo con un tipo de creación tan válida como cualquier otra. Al César lo que es del César. Si es bueno, entonces hay que reconocerlo, lo mismo con el esfuerzo que haya hecho ese autor.
Claro que, después de haber intentado poner en su sitio a estos pseudo intelectuales de la literatura, los aficionados, los propios creadores de terror también debemos ejercer una seria auto crítica. Hay demasiado ombliguismo, demasiada falta de agallas para poner en sus sitio el material que es basura, para exponer con claridad y rotundidad los defectos que adolecen buena parte de las obras de terror que se escriben en la actualidad: falta de imaginación, nefasto estilo, errores de bulto en la gramática y la composición, repetición de argumentos...
Pero no soñemos, no pensemos que si todos los creadores de género terrorífico fueran una plumas aquilatadas y de calidad las cosas iban a cambiar. La inercia del mundo editorial es demasiado fuerte, la prevención ante el que es considerado el género más menospreciado
seguiría ahí.
Entonces, ustedes podrían preguntar ¿qué solución hay? Y yo les respondería con una sonoro no lo sé; que lo único que podemos seguir haciendo los que escribimos es escribir, hacerlo mejor cada vez. Y que los que leen, sigan leyendo, que lo hagan con seriedad, con responsabilidad: sin amiguismos ni ramalazos, permitan el palabro, fandomitas y endogámicos. Lo bueno es bueno, y de lo malo hay que huir como de la peste.
Y sigan leyendo, den oportunidades a los creadores de terror, porque, al fin y al cabo, lo de menos es el género; es la literatura lo que importa, lo importante es disfrutar de esos maravillosos objetos llamados libros.