Hablar de terror y de Ramsey Campbell invita a quitarse el cráneo, como decía uno de los personajes de Luces de Bohemia.
Debo adelantar que la lectura de las obras de este autor británico (La secta sin nombre, Imágenes malditas, Cartas malditas... algunos relatos en selecciones y antologías) casi siempre me han resultado dificultosas, ya sea por las traducciones, por su propio estilo, o por mi, a veces cortedad de entendederas.
Sin embargo he disfrutado como nunca con la obra a la que dedico esta reseña.
Antes der atacarla leí algunos comentarios en la web. Casi todos la acusaban de poseer un ritmo lento, de apenas esbozar una acción definida, de no asustar en el sentido más brutal del término. Eso es cierto. Amantes del terror electrizante, de la acción purta, del gore o del escalofrío fácil, absténgase.
El sol de media noche es una novela que hay que leer con el ánimo relajado, el alma tranquila, sin expectativas, a solas, con tiempo. No es una novela de terror a la usanza.
Como reza la teoría más extendida, nuestro miedo, de tenerlo, surge por la proyección, por la interiorización de los sentimientos del protagonista en nosotros mismos; su terror se hace nuestro y sus reacciones y emociones son el camino que encuentra el miedo para infiltrarse en nuestra lectura. Y aquí el miedo es un miedo sublimado, no germina de algo concreto, es el miedo en su versión fundamental: el miedo a lo GRAN desconocido, a lo inabordable y arcano, a lo absoluto: el miedo cósmico. Más que eso, es estupefacción ante lo inexplicable e inabarcable, suspense ante lo que puede suceder. Por eso quiza es por lo que muchos lectores no encuentran el sol de media noche al uso de las historias de terror. No sucede nada, y cuando sucede lo hace sin alaracas, el horror se expande mediante tentáculos invisibles, mediante sabias pinceladas que conforman bocetos, siluetas apenas entrevistas; rodea al lector a los protagonistas, los roza con dedos helados y luego desaparece, se oculta, acechando el momento oportuno de debilidad.
La narración bebe bastante de la visión del universo de la naturaleza y la antropología que subyace en algunas obras de Machen, quizá sea el escritor sobre el que Ramsey Campbell más se sostenga en el relato; también uno aprecia tiznes de Algernon Blackwood, puesto que la naturaleza juega un papel fundamental en la obra, en este caso como arca, como potenciador y almacén del secreto que sobrevuela los capítulos uno tras otro; y al final nuestro amigo Lovecraft se entreve de una manera muy secundaria, muy, muy secundaria... pero está ahí; eso deben descubrirlo ustedes.
Quizá la obra hubiera ganado más si no se alargase tanto. Hay partes sobrantes, o al menos irrelevantes a la hora de secundar el argumento principal, o como islas en las que definir algo mejor a los personajes. Pero tampoco se hace farragosa, quizá si uno no está acostumbrado a esforzarse a la hora de leer, estas partes le aburran y le inviten a abandonar. pero, recuerde, leer no es siempre algo fácil, en ocasiones exige que el lector ponga algo de su parte: paciencia, comprensión...
Lo dicho, una novela de miedo cosmico que, a la postre, habla del enfrentamiento del hombre a ciertas fuerzas de la naturaleza y del cosmos, primigenias e inhumanas; de su reacción, de su estupor, de la pequeñez del ser humano ante ciertos elementos sobrenaturales.
Lean, lean... y cuidado con los días fríos, con la escarcha; la navidad es bella, pero todo lo hermoso oculta algo siniestro detrás como contrapunto.