Ando leyendo a Gay Talese, sus "Retratos y encuentros". La frontera que divide el arte del periodismo se difumina cuando este tipo de Nueva York arremete contra el papel y se saca de la manga unos artículos exquisitos.
La voz, es la voz que a muchos periodistas de por acá les falta (en lugar de voz es grito), la voz y un cierto distanciamiento por no decir aversión al juicio. Talese no juzga, Talese escribe lo que ve, lo que interpreta del personaje, de su entorno, de su quehacer:le da la forma adecuada, esculpe los hechos y las apreciaciones y nos los muestra sin recato, pero con respeto
En España apenas uno encuentra obras así. Este ha sido y es país de opúsculos, panegíricos, letrillas y pliegos: todos cargados de adulación, de sorna o de desprecio. La ecuanimidad es una característica de la que se huye como alma que lleva el diablo; ser ecuánime, en este país, significa aparentar blandura, mostrar raciocinio, y no, no señores, de raciocinio, de equilibrio, ecuanimidad y racionalidad no se vive, solo se reciben palos. Y si hablamos de ecuanimidad y buen gusto..., joer, la cosa entonces se pone muy fea, y la labor del que busca se convierte en un paseo por el laberinto de Dédalo con el Minotauro al acecho tras cualquier recodo.
Talese, Mailer, Hunter S. Thompson... incluso Papini, mi querido Papini. Por lo menos a uno siempre le quedan estos amigos.