Menuda expresión:
Terror total.
Parece sacada de cuajo de una agresiva campaña publicitaria, una de esas que llaman virales y que recorren la web y el universo entero como una ola destructora.
Sin embargo a veces un amante del miedo tiene la suerte de encontrar una obra en la que el concepto se hace carne.
El otro día tuve el privilegio, sí, privilegio, de poder ver la película "La niebla", una adaptación más de uno de los relatos del maestro King. Ya sabía, debido a las críticas, que esta vez no me iba a enfrentar a una resultado mediocre o de mero pasar el tiempo tonto ante una pantalla. pero la realidad fue mucho más esplendorosa que las previsiones.
Terror total.
Creo que hace mucho tiempo que no he tenido la oportunidad de ver o leer una obra donde se resuman casi de manera magistral casi todos los mecanismos del miedo que vertebran una buena obra de terror:
Miedo a lo desconocido en sus vertientes natural y sobrenatural.
Miedo al dolor y a la muerte.
Miedo al cambio.
Miedo hacia la perturbación de un ser humano.
"La niebla" auna todo y lo hace de una forma sobria que hace que el golpe sea más impactante. El terror lo envuelve todo, no deja resquicios. Está fuera, en el exterior, escondido entre la niebla; está alrededaor, mimetizado en los compañeros de infortunio también atrapados, en sus reacciones en la locura que gravita cuando uno está sumergido en una situación límite; está dentro, muy dentro, en las propias inseguridades, en las decisiones que debemos tomar y que traen consecuencias...
Vean, vean... quédense con la boca abierta y la piel escarchada cuando aparezcan los títulos de crédito, envueltos en un silencio sepulcral.