Hay libros que no terminan de arrancar, que nos atrapan, pero con una especie de nefasto juego de tira y afloja, un continuo parece que voy pero no voy; hasta que llegas al final y piensas si ha merecido la pena el tiempo y el esfuerzo. El libro de Lee Harris produce este efecto. No termina de arrancar. Sin embargo debo reconocer que ciertos tramos se me han hecho apasionantes, sobre todo algo en el que el autor juega con el lenguaje y la concepción del mal y la oscuridad... quizá sea por eso que no lo he dejado a medias hastiado, quizá por ello, aunque pasados unos días, sin acordarme ni si quiera del desenlace, sigo recordándolo con un cierto buen sabor de boca.
Son cosas que pasan.
Otro de los elementos que me han atraído del libro ha sido la sutil presentación de esa visión religiosa global, de ese integrismo larvado, del tinte religioso, que impregna buena parte de los aspectos de la vida cotidiana y fluye como corriente subterránea en muchas zonas de Estados Unidos. Lo hace sin exagerar, sin llegar al histrionismo; algo a agradecer, pues uno imagina que la realidad se parece mucho más a eso que a las versiones histéricas y amarillistas que a veces vemos en la caja tonta o en obras de todo corte.
Un libro muy en linea de la colección en la que lo he leído: Vidorama; irregular, elusivo.
Bueno, si lo consiguen, quizá no pierdan el tiempo... es mejor que algunas de las cosas que hoy en día nos quieren vender como buen terror contemporáneo.
lean, lean... y cuidado con las serpientes.