Retomo con placer esta bitácora después de un tiempo de silencio. Y lo hago para hablar un poco de eso de la globalización del mestizaje entre estilos.
Ayer, junto a mi mujer, tuve la oportunidad de disfrutar de nuevo con la película Sin noticias de Dios, de Agustín Díaz Yanes. Nos encontramos con la enésima vuelta de tuerca sobre el mito de lucha cielo e infierno, sólo que desde una perspectiva diferente, aunque no original (es poco lo que se puede crear que sea de verdad original a este respecto).
Sin noticias de Dios es una buen película, con una Victoria Abril genial, una Penélope Cruz quizá un tanto sobreactuada y una Fanny Ardant espléndida… ya no hay mujeres así, esa época se terminó; permítanme esta salida de tono, por favor.
Película extraña en el entramado repetitivo del cine español actual, donde, por término general nos encontramos refritos y parodias bufonescas, dramones existenciales de autointrospección aburrida y poco más. Quizá sea excepciones así las que todavía nos encariñan con nuestro cine patrio y no hacen que tiremos la toalla todavía.
Pero a lo que vamos.
Sin noticias de Dios es la demostración de esa infiltración de lo fantástico dentro de las artes que antes, de una forma solapada o directa, habían abjurado de tal como de la peste. De un tiempo a esta parte nos encontramos con una infiltración similar en la literatura, donde, autores, llamémoslos, consagrados se han decidido a explorar nuevos terrenos dentro de la ficción menos realista y más cercana a conceptos anticuados como el de Ciencia Ficción (cuando digo anticuado me refiero a la denominación, no al género), o intemporales como el terror o la fantasía. Quizá sean que se han dado cuenta de que si se toma ese camino se abre uno de los caminos más ricos y llenos de posibilidades que existe dentro del fenómeno artístico.
El problema es el de siempre, aunque el creador se ha involucrado en algo bien definido, sin escape, intenta huir como de la peste de la etiqueta consecuente, renegando de aquello que tan buen resultado le ha proporcionado.