A veces, cuando recorro la ciudad
—Zaragoza— junto a mi mujer y mis dos perras, me veo atraído por detalles
variopintos, por composiciones peregrinas, por situaciones , gentes, lugares y
hechos que estimulan de repente mi imaginación y dan pie a que a la percepción
se adhiera un repentino ardor creativo. El artista hace eso: toma lo cotidiano
y le superpone una interpretación, una visión que complementa la realidad de lo
percibido, la retuerce y la recompone; en mi caso suele inclinarse hacia lo
oscuro y perturbador. Esos flashes de creatividad suelen desvanecerse casi de
inmediato, igual que vienen se esfuman, dejándonos un malestar, muy común en
los escritores, que hurga en las neuronas a medio plazo, una suerte de Pepito
Grillo que nos susurra: mira qué original fue, lo bien que lo trazaste, la
naturalidad con la que surgió…, ahora tu memoria de pez no es capaz de
recordarlo, de atraparlo, de recrearlo; tu inspiración está tan atrofiada como tus sinapsis… torpe pedazo de
alcornoque.
Cuando sucede eso, siempre,
siempre me digo «coge una de tus libretas, llévala siempre contigo. Lo
imaginado es ligero y lo arrastra el viento; lo que se escribe pervive y puede
ser revisado y usado» Y en casa hay muchas libretas y cuadernos en blanco.
“Zaragoza Turbia” es un blog de
notas. Ya sé que el formato es algo obsoleto, pero es algo que me resulta indiferente,
no busco lo que ahora tanto se lleva y se impone: esa inmediatez limitada en el tiempo y en el espacio,
alimento rápido y de fácil digestión. No. El blog, este blog va más allá, es
muy personal aunque esté abierto al público, es una excusa que me voy a imponer
para obligarme a llevar conmigo ese bloc físico, libreta de apuntes real, en la
que anotar puntualmente mis ideas peregrinas y no tan peregrinas. El blog es
una imposición para sacarme de un cierto estado de abulia creativa en el que me
encuentro A ver si mi natural inclinación a la pereza no me vence y logro
generar una rutina de creación ara
retomar una senda que he perdido.
Zaragoza es un buen lienzo, tan
bueno como cualquier otro. Esconde secretos que solo los artistas conocen,
secretos turbios en los que la realidad, lo cotidiano se calzan con lo
misterioso, lo inquietante, lo prohibido o lo sangriento. “Zaragoza Turbia”
quiere llegar a ser ese lienzo, pero emborronado, manchado, ultrajado por el
alma de este escritor de cuarta fila.
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