viernes, marzo 30, 2012

Marchlands

Hay un terror moroso, lento por imposición, un terror que engaña en su laxitud, que no es más que eso, laxitud mal entendida, una demora sin fondo que el autor considera una buena arma para crear inquietud. Suele ir acompañada de un efectismo mal acompasado, de arranques intempestivos que tratan de sorprender al lector/espectador, de levantarlo de su asiento, pero que lo único que logran es hacerles fruncir el ceño y hacerles exclamar algo parecido a "solo sabes ofrecerme eso".

Luego está ese otro terror pausado, el terror que requiere de un tempo calmo en sí mismo. Es el terror que no puede apresurarse porque entonces pierde todo su poder de evocación y de intimidación. Es un terror que puede ser gradual o no, pero es un terror acumulativo en la percepción del lector /espectador. Los hechos, los personajes, se desgranan al ritmo necesario (en él los personajes son esencialas, más aún que los mecanismos del terror en sí). Aunque no nos engañemos, también hay trampas, hay olvidos necesarios, interrupciones, ocultamientos..., pero el autor maneja esas herramientas con buen hacer, oculta, atrasa, engaña con el objeto de mantener un nivel básico de incredulidad y de tensión, sin el ánimo de ofuscar y ocultar los puntos flacos de la historia, todo lo contrario, intentando subrayar elementos esenciales de ella.


La serie británica "Marchlands" nos ofrece una acercamiento de este segundo tipo. Y lo hace entre dos aguas, flotando entre ese terror gótico asociado a una actitud, a una ambiente, a un lugar; y el terror victoriano tardío de la Gosth Story. Desgrana una tópica historia contemporánea de casa encantada con fantasma, con el discurso narrativo dividido en tres hilos temporales, que se entrelazan y complementan a la perfección: la época que da origen a la trama, una intermedia y aquella en la que la trama encuentra la solución. Así como otras series similares se centran en los eventos, en la forma, en el espectáculo; esta prefiere evocar la historia mediante los personajes. Son ellos los que nos transmiten la angustia, el miedo,  y la incertidumbre..., son los amplificadores necesarios, dado que el lado sobrenatural, aunque no inexistente, sí está reducido a lo esencial.

Podríamos hablar de un terror indirecto.

Una buena recomendación para aquellos que gusten de cierto tipo de terror sobrenatural de baja intensidad, de historias bien hiladas -sin caer en el culebrón o la parodia-, para aquellos que no necesitan encontrar un discurso rompedor, novedoso, sino una buena ejecución de una vieja idea, de una idea eterna y recurrente.