viernes, septiembre 07, 2007

De lo sobrenatural y de lo humano en el terror. Reflexiones a vuela pluma

Dándole vueltas a la mollera, tras haber leído el libro Horror 7 de Martínez Roca Gran Super Terror, me di cuenta de lo mucho que me gustaba el terror de corte sobrenatural. Y de ahí a ponerme a pensar en porque no me gustaba tanto ese otro, el que tiene al propio comportamiento humano como origen y protagonista, sólo pasó un minuto, más o menos.

Claro, a veces uno termina por descubrir que, en realidad, dicha animadversión es una supina estupidez. Porque al final lo que importa es la calidad, y un buen terror que no contenga elementos sobrenaturales, con una buena trama, un enfoque original, un lenguaje hermoso… entonces pasa a ser un buen relato, a secas, sin más: algo que merece la pena leer y disfrutar.

Claro, entonces ¿Por qué ese distanciamiento? La respuesta es clara. De la misma forma que el terror sobrenatural es un campo abierto y fértil, un campo donde las nuevas ideas nacen con relativa facilidad puesto que todo vale; el otro terror, aquél que protagonizan los actos humanos puros y duros, sus deseos, sus fobias, sus desequilibrios: ése es un lar trillado, un campo en el que la semilla se enfrenta a una tierra dura, pisoteada. Allí el agricultor tiene que esmerarse para no obtener otra simple, chusca, desagradable zarza más, puesto que en él sólo suelen nacer zarzas y más zarzas —psicópatas, sociópatas, monstruos, desequilibrados, asesinos más o menos cultos, más o menos exquisitos, más o menos sangrientos, deformaciones de la naturaleza… todos iguales con ropajes distintos—, todas cortadas por el mismo patrón, zarzas que sólo se diferencian en el nivel de brutalidad, en lo explícito de sus imágenes y otras varas de medir simplonas, comerciales, sin belleza, sin esencia.

Y esto me hace confirmar más si cabe mi opinión, la de que hay que dejar atrás la valoración de los géneros; el género sólo entorpece, el género, como definición y guía, a veces es una rémora pesada que nos aleja de joyas. Hay que saber dejarlo en su sitio, en un plano secundario. Sólo cuenta el relato, la creación en sí. Y entonces sí, ser duro, ser implacable, ser cruel y despreciativo si llega el caso; o disfrutarlo, releerlo, valorarlo y recomendarlo.

Porque aunque me guste el terror sobrenatural, debo admitir que en él hay creaciones aborrecibles, tantas como en el otro, y si existe una inclinación hacia él, quizá sea más bien gusto personal y no valoración objetiva.