Después de un abandono dramático en las profundidades de una mudanza, he podido desenterrar de entre su sepultura de cajas ese maravilloso volumen de la editorial Valdemar llamado "Mares tenebrosos".
No voy a entrar en un análisis exhaustivo, no es el objeto de este blog, o al menos de esta entrada. Déjenme que me centre en uno de los relatos, en uno que me ha hecho disfrutar especialmente. No creo que sea ni el mejor, ni el mejor escrito, ni el que posea la historia más original. No, no se trata de una obra maestra Sin embargo posee un carácter especial, simpático, podríamos decir embriagador: el dulce sabor de esos vinos delicados, de paladar dulce y aterciopelado que, en exceso nos empalagan, pero en su justa medida provocan nuestro deleite y una posterior sensación de satisfacción, de cerrada e íntima satisfacción.
Se rata del relato "la isla de los hongos" de P.M. Fisher.
Poco sabemos de este autor, principalmente que se dedicó entre los años 20 y 40 a escribir historias para diferentes revistas Pulp... y he ahí el encanto de este relato, eso tufillo a relato de revista pulp,de esos que requieren más que nunca, debido a su ingenuidad latente, la suspensión de la credulidad por parte del lector.
No voy a engañarles, me encanta practicar ese juego, me encanta subvertir mi incredulidad, ocultarla, esconderla permitiendo salir a la luz una vacilante credulidad, una sencilla credulidad, una suspensión de los mecanismos de racionalización que me retrotraiga a esa edad maravillosa, cuando un relato fantástico se nos hacía real, palpable, casi necesario para salir del vulgar devenir de la vida cotidiana.
Este relato es perfecto para ello. Me regocijo con su puerilidad, con su inocencia... uno siente al leer un viejo relato pulp como una especie de remusguillo propiciado por la aparente ingenuidad que impregna esos objetos de la imaginación. Es como si esos autores pretendieran encararse con fuerzas innombrables, con arcanos misteriosos, con aventuras oprobiosas y complicadas, con una perspectiva simple, superficial con una pompa y fatuidad casi risible, sin la profundidad psicológicay la sobriedad macabra que baña buena parte de este tipo de literatura actual... ingenuidad que despierta esa media sonrisa de conmiseración en nuestros labios, sonrisa que luego borramos porque hemos disfrutado como niños...
Ante todo nos encontramos con otro relato en el que prima más la atmósfera, el entorno, que la trama en sí, aunque ésta no se deja de lado nunca y es lo suficientemente atractiva como para que no nos desembaracemos de ella, aburridos de no ver que pase nada después de páginas y páginas de atmósfera y más atmósfera. Es un relato del tipo la otra dimensión de la naturaleza o naturaleza sobrenatural en los que lo inexplicable envuelve, asfixia, a los protagonistas y al lector sin asomo de piedad ni aparente vía de escape.
Todavía no he terminado de leer todos los relatos que componen esta antología. Pero lo que llevo leído me impulsa a arriesgarme y recomendarles a todos ustedes, a todos aquellos que sientan atracción por lo siniestro, por las emanaciones malignas que el mar, el océano infinito y oscuro, también posee, que compren y disfruten de esta excelente obra.
Lean, lean... y cuidado con las tempestades y la niebla. Sólo pocos saben que las puertas del infierno se abren tras ellas