lunes, mayo 14, 2012

El bueno, el malo y Reilly

Corrían los ochenta. Yo era un crío, leía mucho y veía todo el cine que podía, cine de los ochenta y clásico. Y no voy a negarlo, todavía no había definido con claridad mis gustos y, sobre todo, las bases sobre las que poder argumentar esos gustos. Así que tragaba todo..., a esa edad no hay problema, uno se come cualquier cosa, hay tiempo, hay esperanza, la sensación de que el reloj corre en contra de uno no existe ni en la imaginación más pesimista.

Alimentarnos, nos alimentábamos con el menú básico de buenos y malos; los buenos nos gustaban, buscábamos imitarlos, y los malos, también nos gustaban, pero no de la misma forma, joder, siempre perdían o resultaban ser más tontos que el protagonista de turno.Tenían que perder, ese era el objetivo. Los medios tonos, las sobras y degradados, todavía no tenían espacio en nuestra mente o quizá sí y no éramos conscientes de ello; vivíamos en un beatífico maniqueísmo.

Pero llegó Reilly, la serie de la BBC "Reilly, as de espías" emitida en TVE, protagonizada por un espléndido Sam Neil, y todo cambió.

Quizá todos tenemos un momento en el que nos damos cuenta de que no todo es blanco ni negro, que "el bueno" puede ser un redomado hijo de puta, pero uno de verdad, sin un código de moral propio, ni uno de esos de novela negra: jurídicamente no sostenido, pero sí social y emocionalmente aceptado. Un día aparece un hijo de puta que en demasiadas ocasiones se comporta como el malo, que es ambiguo y usa esa ambigüedad como un arma más para lograr sus objetivos. Y que, aunque rompe las reglas, nuestra reglas, nos atrae..., y no porque nos atraiga la maldad, no, sino porque, de repente, hemos dado el paso, hemos madurado y nos hemos abierto a un nuevo juego, no de valores, sino de una nueva forma de valorar.  El día en el que el bueno pierde y el malo gana, y no lo vemos mal, lo vemos real.

La luminosidad del blanco, el poder aterrador del negro se diluyen un poco y dejan espacio al gris. Lo ambiguo despliega su capacidad de seducción y, a partir de entonces, nada es igual

Hace poco recuperé la serie y la vi. De nuevo me impactó, de nuevo saboreé la pérdida de la inocencia artística, de la inocencia moral.