viernes, septiembre 08, 2006

Alatriste

¿Alquien sabría darme una definición acertada de terror en tanto a concepto y nos sólo en cuanto a género?

No, no por favor, no comiencen a inundar este modesto blog haciendo caso de tan estúpida pregunta. No es esa mi intención al hacerla... uno, que tiene veleidades literarias y, a veces, le da por salirse por la tangente del verbo.

Y es que les quiero hablar de 'Alatriste', 'Alatriste' la película.

Para empezar me reconozco absoluto entusiasta, friki, diríamos, del universo Alatristiano, o lo que sería lo mismo decir, de la recreación cruda y singular del Madrid, de la España del siglo XVII que el señor Pérez Reverte presenta en sus obras dedicadas a tan rancio antihéroe.

Vayamos a ello.

¿Por qué hablo de terror? ¿Por qué pido una definición acertada del concepto?

Quizá porqué desde hacía mucho tiempo una película, una historia tan bien contada como 'Alatriste', no me había puesto cara a cara con esa vertiente del miedo que es la propia y simple humanidad, sin toques sobrenaturales, sin estallidos psicóticos: simple y llanamente unos hombres, unas mujeres metidos en un mundo donde no hay más reglas que la propia supervivencia, y un trasunto llamado honor, del que se gallea mucho, pero que, a la postre, no es más que una poco sutil máscara donde se esconde el miedo a la soledad, a no ser nada (ni nadie), a no tener un destino ni un fondo palpable.

Porque he pasado miedo, sí, unas pocas veces. Aterrorizado hasta dónde se puede llegar siendo un simple hombre vapuleado por las circunstancias: metido en una guerra, tan cruel como todas, pero una guerra (en una vida, en una sociedad) en la que, cuando te llevabas a un ser humano por delante, sentías su sangre fluir por tus manos, su cuerpo tensarse trinchado por tu acero, boqueando en busca del aire que se le escapa a borbotones, por la tajadera abierta en su garganta... enemigo y, llegado el caso, amigo.

Sí, me gusta el miedo a lo sobrenatural, ese miedo artístico; me gusta el miedo que hurga en las cloacas de la mente, en la enfermedad; hasta el miedo que nace de una naturaleza desenfocada, dislocada, animada por estímulos poco comunes... pero el miedo que surge del natural devenir de una sociedad, de unas personas vulgares y corrientes, de lo que son capaces de llegar a hacer y de qué manera lo hacen, ese miedo sí que me pone los pelos de punta.

Eso es, entre otras muchas cosas, 'Alatriste'.

Nunca he pecado de chauvinismo. Lo que es malo, o simplemente no te ha gustado, es así y punto, sea español, aragonés, en mi caso, o de la madre que lo parió. Pero 'Alatriste' es una de esas películas que le reconcilian a uno con un cine español al que le costaba ganarme para su causa de un tiempo a esta parte.

Y es que estoy harto de introspecciones aceradas, de viajes al fondo oscuro de la esencialidad intrapersonal, harto de una antropología de celuloide con pretensiones de alta cultura, harto de que no fueran capaces de darme, además de eso, recalco, además de eso, algo más... una simple historia bien contada, sin artilugios que delaten el posmodernismo ultrahumanista del autor, lo rompedor que es, lo especial del universo que atormenta su creatividad: una historia... y si no saben lo que es, que lean a Steinbeck, Cervantes, Sciascia, Torrente Ballester...

Con eso quiero decir que no me molesta esa paparruchada de 'película de las que te hacen pensar' pero si 'no me entretiene'... entonces, ande yo caliente y ríase la gente.

Pero me voy por las ramas.

Hay que ir a ver 'Alatriste', hay que empaparse de una parte de la historia de España casi olvidada; hay que ir a ver a un grupo de personajes atormentados por su destino insoslayable y trágico, capaces de lo meor y lo peor, inmersos en una marea todopoderosa y cruel.

Al final, el director es como si nos dijera, 'esto es lo que hay, nada más'. Y entonces respiramos hondo, nos encogemos un poco y salimos de la sala algo más sabios, algo más asombrados de pertenecer a esta especie.

Vean, vean.